martes, 14 de febrero de 2012

PERÚ Y EL GIGANTE

“La gran astucia de unos consiste a menudo en la estupidez de otros”. 
  (H. Maret)

A don Diego de la Caparrota, de éste su fiel deudo, el Candil de la Fuentecica.  Tras aquella su pregunta acerca de cuantos podían ser  los cuentos de Perú que por aquí se narran,  confiésole  sentirme en gran aprieto, pues hay quienes dicen ser dos los que se cuentan, mientras que también hay quienes dicen ser  tres. Éste su servidor no sabe a qué carta quedarse y anda como loco en busca de respuesta fiable. Hallándome  en esta incertidumbre decidí buscar respuesta clara y qué mejor que acudir a quien más precisa cuenta pudiera darme de ello. Por tal motivo acudí al horno de la tía Narcisa, pues allí, cada jueves,  llévase a cabo el ritual de cocer el pan. Yo acudo siempre que mi madre me lo permite, aunque, a veces, dice que“no está el horno para bollos”, dejándome claro con tal expresión que anda enojada y no habrá permiso. Pero de doblegar su voluntad encárgase mi tía Anita que, en saliendo para cualquier parte, gusta  que la acompañe adondequiera que vaya. Cuando muy de chico enseñábame  adivinanzas y cancioncillas de cierta picardía  que ella me mandaba repetir, si la situación lo permitía, cuando íbamos de visita, provocando así risa y  divertimento. Recuerdo una que decía:

                               Estate quieto, Vicente,
                               que está mi madre en el horno,
                               y  pasa por la calle gente
                               y  va a sentir el trastorno.

 Así es siempre ella. Bueno, direle que el horno de la tía Narcisa es lugar  oscuro, cerrado, y que puede que en otro tiempo sirviera de vivienda, pero que ahora, además de horno, es lugar en el que se halla todo tipo de trastos y herramientas. Mas  no es allí donde tiene lugar el amasijo, sino sólo su cocimiento.  Yo disfruto observando el tejemaneje de los mayores en la elaboración del pan, que para nosotros es alimento sagrado,  fíjese hasta qué punto que siempre, antes de empezar uno, marcámoslo con la señal de la cruz.  Pero, en especial, disfruto allí escuchando los relatos de mi tío abuelo, “Diego el Chorroluces”.  Encárgase él del caldeo del horno y es  en ese tiempo cuando aprovecho para suplicarle me cuente  bellas historias y cuentos. Son para mí, los suyos, los más maravillosos jamás escuchados. Fui  ansioso esta vez por preguntar si conocía alguno de los cuentos de Perú y díjome que conocía  sólo dos, relatándome de seguido el de “PERÚ Y EL GIGANTE”. Lo escuché ensimismado, fascinado sobremanera por  la mucha astucia de su protagonista. Espero, don Diego, sea de su agrado y haber dado cumplida cuenta a su petición así como que su merced vea, igualmente, cuán hábil  ha de ser a veces el débil para escapar de la tiranía del fuerte o para  burlarlo con argucias. Con el deseo de que  lo recoja en ese su libro para posterior conocimiento de las gentes, le manda su afecto éste

El Candil de la Fuentecica

                                  
                              PERÚ Y EL GIGANTE

Cuéntase que una vez estaba Perú al servicio de un gigante que era muy tonto, tanto, tanto, que ni sabía leer y hasta dicen que confundía los garbanzos con las habichuelas y acelgas con lechugas. Perú, por el contrario, era más listo que el hambre y se valía de su astucia para no hacer nada y engañar a su amo. Cierto día el gigante le dijo a Perú:
-Perú, tienes que ir al pozo que hay al pie de la sierra y traer un cántaro de agua, pues tengo sed y no queda.
Perú, muy servicial, sólo en apariencia, tomó un par de cántaros y se marchó al pozo. Al cabo de tres horas aún no había regresado y el gigante estaba que se lo llevaban los demonios, dando más "berríos" que Polifemo le  diera a Ulises. En vista de que no llegaba, decidió ir en su busca y cuál no fue su sorpresa al encontrar a Perú haciendo una enorme zanja alrededor del pozo.
-¡Perú, ¿qué estás haciendo?- gritó el gigante encolerizado.
-Pues mire usted, amo, como hay un trayecto muy grande desde la casa hasta aquí, he pensado que mejor será llevar el pozo hasta allí y de esa forma no tendré que estar siempre yendo y viniendo a por agua.
-Perú, tú estás loco. ¿A quién se le explica que puedas llevarte el pozo  a la casa?- repuso el gigante en un momento de ingenio
Perú se quedó pensativo y contestó:
-Es cierto, amo, no lo había pensado. No lo podré conseguir. Ahora me doy cuenta de que es imposible-, respondió con ironía.
Al cabo de unos días el gigante volvió a mandar a Perú a por leña al cerro para caldear el horno, pues habían hecho pan y había que cocerlo. Ya había pasado más de medio día y Perú no regresaba. La masa  había hecho la cochura y estaba a punto de pasarse. Desesperado y bramando contra el día en que lo había contratado, el gigante se fue al cerro y halló a Perú haciendo una gran soga de esparto.
-¡Peruuuuuuuuú, Peruuuuuuuuuuú!- gritaba el gigante que parecía que los montes y el cielo se iban a venir abajo- ¿Qué haces, Peruuuuuuuuú? ¿Qué estás haciendo ahí sentado y tan tranquilo?
Perú, sin inmutarse, contestó:
-¿Tan tranquilo dice, mi amo? ¿Pues no ve que estoy desesperado por  acabar esta soga y así llevarme el  monte hasta la casa para no tener que venir más a por leña?
-Pero, ¿qué dices "so idiota"? ¿Cómo te vas a llevar el monte a la casa? ¿Estás loco o es que eres tonto de remate?
-Lleva razón, mi amo, pues quizás pese demasiado y no pueda con él.
Esto pasaba un día sí y otro también, siendo siempre el gigante el que tenía que acarrear con el agua, con la leña o con lo que fuera.
Una noche el gigante dijo a Perú que al día siguiente debería ir a guardar unos cerdos que tenía. Perú no quería ir, pues decía que era un trabajo muy engorroso y muy sucio y que prefería hacer otra cosa. El gigante  prometió darle todos los cerdos que no tuvieran rabo si los llevaba a un lugar en el que había bellotas. Perú sabía que todos los guarros tenían rabo y que sólo si se valía de alguna argucia podría conseguir alguno de los  cochinos. Ya en el catre estuvo un buen rato dale que dale al caletre a ver qué se le ocurría, hasta que fue a dar en la idea de cortar el rabo a todos los cerdos. Se levantó sin hacer ruido, se fue a la zahúrda y cortó el rabo, uno por uno, a todos los cochinos. Esa noche había tormenta y el gigante, que tenía miedo a los truenos y a los relámpagos, se había tapado cabeza y todo y dormía a pata suelta, así que  no se enteró de nada. Perú, una vez que había terminado la faena, cogió los rabos y los fue lanzando al barro de un bancal que estaba inundado,  quedando a la vista un trozo de los mismos. Perú se acostó de nuevo, haciendo menos ruido que una mosca.
Cuando se levantaron, el gigante le dijo de ir a la chiquera donde estaban los cerdos para llevarlos a pacer, teniendo que pasar junto al bancal en el que Perú había puesto los rabos que asomaban por encima del barro. Al ver aquello, el gigante pensó volverse loco y, a grandes voces, decía:
-¿Qué ha pasado con mis cerdos? Peruuuuuuú..., ¿qué ha pasado? ¿Qué ha pasado con mis cerdos?- gritaba colérico.
-Mi amo, quizás fue que anoche, con la tormenta, se asustaron y se escaparon del chiquero. Y ya ve  usted qué mala suerte, pues todos se han metido en el fango y quizá se estén ahogando o ya se hayan ahogado.
-¿Qué hacemos ahora, Perú? ¿Qué podemos hacer?
-Mi amo, lo mejor es que entre usted en el bancal, usted que es grande y fuerte,  a ver si puede salvar alguno.
Y dicho y hecho. El gigante se metió al bancal, hundiéndose hasta el cuello, intentando tirar de los rabos que encontraba,  tanteando con la mano, pues el barro y el agua lo cegaban.  Mientras,  Perú se fue al chiquero, sacó  los cerdos y se los llevó lejos, lejos. Según cuentan, parece que se los llevó a su país. También dicen que el gigante murió ahogado en el barro, víctima de su avaricia y de su ignorancia,  tirando de los rabos que encontraba. Así Perú salvó a las gentes de la aldea de las amenazas y abusos del gigante y él se hizo rico podrido.
“Y colorín colorete que por la chimenea cae un cohete, y colorín colorao que este cuento se ha acabao”.

GLOSARIO:

Gran aprieto: estar en un apuro, en una situación problemática y complicada.
No estar el horno para bollos: expresión popular que indica que existe una situación tensa y difícil y que es preferible abstenerse de hablar, preguntar o pedir algo.
Trasto:  objeto o mueble viejo, inservible o poco usado.
Amasijo: denominación popular que se daba al hecho de realizar la masa del pan, con harina, la creciente o levadura, agua y sal y su proceso de fermentación.
Tejemaneje: ajetreo, exceso de movimiento o actividad en la realización de una cosa.
Caldear el horno: calentar el horno hasta el punto necesario para cocer el pan.
Ser más listo que el hambre: expresión que viene a indicar la gran agudeza e ingenio que ha de tener un hambriento para poder comer.
Llevarse a uno los demonios  (o diablos): expresión popular que significa el gran enfado que se puede llegar a tener una persona. (Demonio: espíritu sobrenatural que representa las fuerzas del mal).
“Berrío”:  (berrido) chillido, grito, voz, aullido, rugido.
Zanja: excavación larga y profunda que se hace en la tierra.
Soga: maroma, cuerda, cabo.
Leña: conjunto de matojos, troncos, ramas y troazos de madera seca que se emplea para hacer fuego.
Esparto: planta gramínea con cañas de unos 70 cm de altura. Se usa para hacer sogas, zapatillas, espuertas, serones, aguaderas, pleita del queso y otros diversos objetos.
Ser tonto de remate: ser completamente tonto, ingenuo, bobo. Expresión popular que significa que una persona es tan tonta que lo cree todo.
Argucia: cuento, artimaña, engaño, enredo.
Zahúrda: chiquera, pocilga para los cerdos.
Caletre: ingenio, mollera, sesera, discernimiento, capacidad, talento.
Pacer: pastar, apacentar, alimentar. Comer el ganado la hierba del campo.
Bellota:  fruto de la encina, el roble y otros  árboles del género Quercus, de forma ovalada, redondeada y algo puntiaguda.
Bancal: terreno rectangular, de no mucha extensión, preparado para la siembra.

              
                          Izquierda: caldeo del horno Centro: cociendo el pan
                                               Derecha: mujer amasando
       
                Izquierda: cántaros  Centro: gigante  Derecha: haz de leña
                           
                 Izquierda: soga de esparto         Derecha: pastor de cerdos
                                 
                                                            

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