“La tierra no es un regalo de tus padres, sino un préstamo de tus hijos”
(Dicho masai)
A mi señor don Diego de la Caparrota. Sepa su merced que llegome su misiva en la que me inquiere acerca de cómo está siendo este tórrido tiempo que toca ahora. Direle que, como cada año por estas calendas, el Moreno aprieta de lo lindo y se hace duro no estar a cobijo de cubierto cuando es de día, que cuando es la noche más bien es a descubierto donde mejor se aguanta. Por eso que una vez acabadas las faenas del día y es noche cerrada suele reunirse un grupo del vecindario, que tampoco es mucho, en la parte alta de la cuesta de los Patricios para allí aliviarse del calor e ir, a la vez, desgranando todas las historias que cada cual conoce o inventa. Empréndese así animado chafardeo que va dando cuenta de cualquier acaecer, don Diego, que de sierra a sierra haya podido ocurrir.
Por aquí las trillas ya han tocado a su fin. Suponen el final a todo un largo y extenuante trabajo que empezara por los meses de septiembre y octubre con la siembra y que ve ahora su remate y recompensa. Todos ansían tener la cosecha a buen recaudo de todo tipo de adversidades guardándola en su "troh". Supondrá un alivio de seguridad y permitirá unos días de cierto y merecido descanso antes de dar comienzo a faenas que ya están a la espera. Serán días de solaz, y niños y mayores acudirán, luciendo sus mejores ropas, al disfrute de alguna de las fiestas agosteña que se celebran. Las eras han empezado a quedar desiertas y sólo algún montón de granzas, el rulo o pájaros en busca de algún grano perdido las adornarán durante unos días, que luego será sólo el rulo el que quede en la era como único testigo mudo del sacrificio de las gentes, siempre a la espera de otra próxima cosecha. Es la noria de la vida.
El ciclo comenzará de nuevo y volveremos a buscar en la madre tierra la vida y el sustento, nuestro pan de cada día. Por eso la cuidamos y mimamos, y nos espanta cualquier daño que se le pueda causar, porque sabemos que es de sus entrañas de lo que vivimos. A ella le estamos agradecidos y sólo las inclemencias y calamidades del tiempo hacen que, a veces, no esté preñada de fértiles cosechas. Pero aquí, don Diego, por desgracia, son más frecuentes las contrariedades que las abundancias. Pero no por eso dejamos de ser conscientes que de la tierra venimos, que a ella volveremos, y ... que a ella le debemos todo.
Manifiéstole que los días de trilla han sido intensos. Empezábamos con la fresca. Esparcíamos la parva, si es que no lo estaba. Poníamos los aperos a mano: horcas, escobones, cribas, ramales, pala, colleras, antojeras, trillo o cilindro, costales, media fanega y, por supuesto, las bestias. Mi tío José, "el Chorroluces" era, como siempre, el primero en llegar. Él acude a ayudarnos cuando puede. Esta vez venía acompañado de su burra, la "Merla", como él la llama. Dando voces, con su sempiterna pregunta de si ... "¿estáis más buenos?", que es como si dijera ...¿"Cómo estáis"?, nos saluda al llegar, a la vez que mete prisa.
Una vez dispuestas las bestias comienzan los primeros compases, que son los más difíciles. Más tarde volvemos la parva varias veces, hasta que, poco a poco, se vayan quedando separados grano y paja. Llagada la tarde ya habrá concluido esta primera parte. Seguidamente se amontona y acordona, para dar comienzo a "ablentar" (aventar), y así ir separando grano y paja. Esta parte del trabajo sólo se consigue con viento de levante, que será el encargado de ir dejando caer el grano y arrastrar la paja a cada horcada que demos. Posteriormente vendrá el amontonar el grano, palearlo, cribarlo y medirlo y, en costales, llevarlo hasta la "troh", para concluir encerrando la paja que es transportada en jarpiles hasta el pajar. Si la cosecha ha sido generosa, notarase satisfacción en el semblante de la gente. Si por el contrario, ha sido deficiente, verase la resignación, pero sin perder la esperanza de un siguiente ciclo mejor. En esta tierra, don Diego, andamos de sobra acostumbrados a tiempos malos, pero no hay otra ilusíon que la de sobrevivir con lo que la tierra produzca. Nuestro coraje y nuestra fe en el sueño perpetuo de que el cielo riegue los campos, el frío no los congele o el calor no los abrase, no se rinde y quizás sea lo que nos mantiene vivos.
Han trascurrido estos intensos días y respírabase alegría. Era el ánimo del final de ciclo. Corría abundante vino a la hora del almuerzo, lo que hizo más pesado y sudoroso el breve tiempo que quedó para el descanso. Aproveché yo para pedir a mi tío José, "el Chorroluces", que me hablara de los cuentos de Perú y contome uno que yo desconocía. Es el que completa una trilogía de la que tenía noticias. No sé si habrá más acerca del tal Perú, personaje que me fascina, pero por aquí creo que sólo cuéntanse tres. Es éste uno de ellos. Espero que le divierta y vea hasta qué extremo llega la avaricia de algunos, a los que no duelen prendas por tal de seguir y seguir colmando un saco que para ellos siempre anda vacío. Es característica ésta que adorna a muchos sin importarles la necesidad del vecino y de lo que debiéramos sacar conclusiones.
El ciclo comenzará de nuevo y volveremos a buscar en la madre tierra la vida y el sustento, nuestro pan de cada día. Por eso la cuidamos y mimamos, y nos espanta cualquier daño que se le pueda causar, porque sabemos que es de sus entrañas de lo que vivimos. A ella le estamos agradecidos y sólo las inclemencias y calamidades del tiempo hacen que, a veces, no esté preñada de fértiles cosechas. Pero aquí, don Diego, por desgracia, son más frecuentes las contrariedades que las abundancias. Pero no por eso dejamos de ser conscientes que de la tierra venimos, que a ella volveremos, y ... que a ella le debemos todo.
Manifiéstole que los días de trilla han sido intensos. Empezábamos con la fresca. Esparcíamos la parva, si es que no lo estaba. Poníamos los aperos a mano: horcas, escobones, cribas, ramales, pala, colleras, antojeras, trillo o cilindro, costales, media fanega y, por supuesto, las bestias. Mi tío José, "el Chorroluces" era, como siempre, el primero en llegar. Él acude a ayudarnos cuando puede. Esta vez venía acompañado de su burra, la "Merla", como él la llama. Dando voces, con su sempiterna pregunta de si ... "¿estáis más buenos?", que es como si dijera ...¿"Cómo estáis"?, nos saluda al llegar, a la vez que mete prisa.
Una vez dispuestas las bestias comienzan los primeros compases, que son los más difíciles. Más tarde volvemos la parva varias veces, hasta que, poco a poco, se vayan quedando separados grano y paja. Llagada la tarde ya habrá concluido esta primera parte. Seguidamente se amontona y acordona, para dar comienzo a "ablentar" (aventar), y así ir separando grano y paja. Esta parte del trabajo sólo se consigue con viento de levante, que será el encargado de ir dejando caer el grano y arrastrar la paja a cada horcada que demos. Posteriormente vendrá el amontonar el grano, palearlo, cribarlo y medirlo y, en costales, llevarlo hasta la "troh", para concluir encerrando la paja que es transportada en jarpiles hasta el pajar. Si la cosecha ha sido generosa, notarase satisfacción en el semblante de la gente. Si por el contrario, ha sido deficiente, verase la resignación, pero sin perder la esperanza de un siguiente ciclo mejor. En esta tierra, don Diego, andamos de sobra acostumbrados a tiempos malos, pero no hay otra ilusíon que la de sobrevivir con lo que la tierra produzca. Nuestro coraje y nuestra fe en el sueño perpetuo de que el cielo riegue los campos, el frío no los congele o el calor no los abrase, no se rinde y quizás sea lo que nos mantiene vivos.
Han trascurrido estos intensos días y respírabase alegría. Era el ánimo del final de ciclo. Corría abundante vino a la hora del almuerzo, lo que hizo más pesado y sudoroso el breve tiempo que quedó para el descanso. Aproveché yo para pedir a mi tío José, "el Chorroluces", que me hablara de los cuentos de Perú y contome uno que yo desconocía. Es el que completa una trilogía de la que tenía noticias. No sé si habrá más acerca del tal Perú, personaje que me fascina, pero por aquí creo que sólo cuéntanse tres. Es éste uno de ellos. Espero que le divierta y vea hasta qué extremo llega la avaricia de algunos, a los que no duelen prendas por tal de seguir y seguir colmando un saco que para ellos siempre anda vacío. Es característica ésta que adorna a muchos sin importarles la necesidad del vecino y de lo que debiéramos sacar conclusiones.
Su fiel servidor
El Candil de la Fuentecica.
PERÚ Y EL BURRO
Dice la gente que una vez Perú fue a la siega, a un lugar bastante
lejano de su casa. Por aquellos andurriales estuvo segando durante varias semanas, yendo
de un amo a otro, hasta que la siega acabó y él decidió regresar a casa. Dicen también que era muy trabajador y que había ganado mucho dinero, mucho más
de lo esperado, pues la cosecha había sido buena y había trabajado a destajo. A su regreso iba muy contento, pensando en la alegría que daría a su mujer y a sus con
cinco churumbeles cuando llegara. El dinero escaseaba y sólo estaba él para ganarlo. Aquella temporada de siega había
conseguido reunir varios duros, varias pesetas, dos reales y seis perragordas,
todo un capital en aquel tiempo. Iba él en esas alegrías, más contento que unas pascuas, jaleando al burro y "giscándole" con el puño por la culata por tal
de llegar pronto. Llevaba el dinero en la mano y el puño bien cerrado para que
no se le cayera, pues los bolsillos estaban rotos y ni un taleguillo tenía para
esconderlo. Con estas ansias y con estos pensamientos achuchaba a la bestia sin
mirar ni cómo ni por donde. Y… ¡perdición!, pues en un mal movimiento vino a
meter el puño con dinero y todo por el
culo del burro. Tan adentro había ido a parar que no había forma de sacarlo sin
abrir la mano.
-¡Qué desgracia la
mía!- se decía Perú desesperado. -¡Tanto dinero y tanto trabajo para que luego
se quede ahora en la tripa del burro!
¿Y qué le diría a la
mujer y a los hijos? ¿Cómo llegar sin un
solo céntimo?
-“A los pobres todas
nos vienen del mismo lado”, -pensaba para sus adentros.
Su alegría se volvió
preocupación y rabia y no había que echar la culpa a nadie, sólo a la mala
suerte. En esa desesperación andaba cuando pensó que ya no quedaba otro remedio que abrir el puño, dejar el dinero en la tripa del animal y ser
ingenioso para recuperarlo. Y pensando, pensando, vino a dar en la
cuenta de que sólo será cuestión de esperar a que el jumento evacuase los excrementos y seguro que los dineros saldrían, … ¡seguro!,”
Cuando llegó a casa,
salió la mujer a recibirlo, que ya andaba a la espera de lo ganado, cuando él se adelantó y le dijo:
-Mira, mujer, lo que me ha pasado. El dinero está en
la tripa del burro, pero no te preocupes, que lo recuperaremos. Y además se me
ha ocurrido que hasta podremos hacernos ricos con él, pues diremos que caga
dinero, y seguro que lo venderemos como el burro más fantástico del mundo. No
ha habido ni habrá otro igual. Este burro nos va a hacer millonarios, mujer, ya
verás.
-Eres tonto, Perú. Ya
me lo decía mi madre: “No te cases con hombre fantasioso y sin juicio”. ¡Qué
desgracia la mía… y la de tus hijos!
-Que no mujer, que no
llevas razón. Pronto verás que tenemos un burro que caga dinero y entonces te
pondrás más contenta que unas castañuelas. Ya verás.
-¿Cómo puede ser eso
Perú? ¿Has visto tú alguna vez un burro que cague duros?
-¡Vaya que si lo he
visto, éste cuando volvía a casa! Vamos a meterlo a la cuadra y verás que
pronto empieza a ser una mina de oro.
La mujer, nada convencida
de las palabras del marido, pero sin otro remedio que hacerle caso, llevó el
burro a la cuadra, limpiando de estiércol un buen “roal” junto al pesebre, por
si las moscas era cierto. Estaban todos alrededor del burro, esperando impacientes
que soltase los primeros “cajones” cuando éste empezó a soltar sus excrementos y envueltos en los mismos aparecieron
dos pesetas y un duro. ¡Madre, qué alegría! Desaparecieron de golpe las dudas, la mala cara y malos gestos de
hacía tan sólo unos minutos. La mujer y los niños, al ver aquello, salieron
corriendo a la calle y sin poder aguantar la noticia, la pregonaron a gritos por todo el
pueblo. Hasta las gentes más incrédulas, asombradas por lo que escuchaban, se
fueron a casa de Perú. El primero en llegar fue el señor alcalde y con él los
alguaciles, el señor cura, el médico y el boticario y hasta el maestro, al
tener tal noticia, dio por concluida la clase y fue con los niños a ver si era
cierto semejante portento que había movilizado a todo el vecindario.
Ya estaban todos en
la cuadra, no cabía un alfiler, ansiosos por ver si era verdad, pensando más
bien que tendrían mofa para rato por lo
que consideraban era una ingenuidad más
de Perú, sin llegar a pensar en su astucia. Las beatas decían que
aquello sería obra de Lucifer; el médico y el boticario intentaban buscar una
explicación científica; el cura rezaba porque tal vez aquello podría ser una
bendición de Dios para el pueblo y también para la iglesia, y el alcalde sólo pensaba en ver aparecer la
primera moneda pues, en ese caso, no tendría duda, le compraría el burro a Perú, pidiese lo que pidiese. Así aprovecharía una mina inagotable de riqueza,
y llegaría a ser más rico que el señor gobernador.
Con la impaciencia
propia de los grandes acontecimientos, todos estaban expectantes del trasero
del animal, cuando éste soltó toda una cajonada de la que salieron varias monedas más. No había duda. ¡Aquello si que era un milagro, un prodigio y había que
festejarlo! Pero lo primero de todo para el alcalde era tratar con Perú, pues
aquel burro no se le podía escapar. Estaba dispuesto a lo que fuera. Y ni
corto ni perezoso le dijo a Perú que le pidiese por el animal, que así saldría
de la miseria y podría dar a sus hijos cuanto necesitasen. Le dijo también que había
muchos envidiosos y hasta se lo podrían robar o envenenarlo, ¡venga "usté" a ver!
-Perú, tienes que
venderme el burro. Yo te daré buen dinero. Vamos a tratar antes de que sea
tarde. Dime cuanto quieres por este pollino.
Perú salió a
consultar con su mujer, apartándose de la muchedumbre vecinal y le dijo:
-¡Ves mujer como es
cierto lo que te dije! Pronto seremos ricos y que se apañe el alcalde con el
burro. ¿Cuánto crees que debemos pedirle?
-Pues yo opino que
debes pedirle... por lo menos mil duros.
-¿Qué dices? ¿Mil
duros? Le pido por lo menos cinco mil. ¿No ves que él y la avariciosa de su mujer tienen dinero a
espuertas y creen que el burro es una
mina de oro y plata sin fondo?
-Vale, como quieras,
pues cuanto más nos de... mucho mejor, digo yo también.
Así que marido y
mujer se pusieron de acuerdo, volvió Perú a la cuadra donde estaban todos
maravillados, pues el animal había cagado dos veces más y en cada cagalera
habían vuelto a salir varias monedas. Cualquiera de los presentes lo habría comprado,
hasta las beatas que aún pensaban que aquello sería cosa del mismísimo demonio. Cuando Perú regresó le dice el
alcalde:
-Perú, ¿has decidido
ya venderlo o no?
-Pues mire, señor
alcalde, la verdad es que mi mujer y yo sabemos que vendemos un tesoro, pero
ante la necesidad que tenemos y por lo que usted nos ha dicho, sí que hemos
decidido venderlo.
-¡Estupendo, Perú,
estupendo! Sé yo que eres hombre inteligente, de esos que prefieren más un
pájaro en mano que ciento volando. Dime cuánto vale el asno.
-Pues,…mire señor
alcalde. Nosotros sabemos que vale mucho más de lo que vamos a pedir, que casi
es un regalo que le hacemos, pero por no ser avariciosos, sólo queremos cinco
mil duros.
-Es mucho, Perú. No
sé si yo dispondré de tanto dinero. ¿No
podrás rebajar algo?
-No, señor alcalde.
Ya le estamos haciendo un buen precio. Además, queremos volver a nuestro país y comprar unas tierras y, si podemos, aemprender allí otra vida mejor, menos esclava que
la de leñador.
-Bueno, no te
preocupes, Perú. Voy a por los dineros y antes de un santiamén estoy aquí con
los cuartos. Ya sabes que todo lo que cague el burro desde este momento será
mío. ¿Trato hecho?
-¡E trato está hecho,
señor alcalde! Y no se preocupe que todo cuanto descargue el animal será para
usted.
Fue el alcalde rápido
a su casa, volviendo al momento con los cinco mil duros, pues tenía esos y muchos más. La varicia de lo que lograría con el burro lo tenía ciego y se veía tan rico que nadie se
le podría igualar. Perú, por su parte estaba deseando coger aquella fortuna y marcharse de allí antes
de que se descubriera el engaño. Los vecinos, por su parte, se fueron a sus casas haciendo
cruces, sin dar crédito a lo visto.
Hechos todos los
requisitos de la venta, el alcalde se llevó el burro a su casa y pidió a su
mujer que le preparara la mejor habitación, pues el animal no merecía menos.
Llamó seguidamente a los alguaciles para que llevaran mucha alfalfa tierna,
higos secos, panizo y todo lo mejor para que al pollino no le faltara de nada.
Y así lo hicieron. Como el animal nunca había comido tanto ni tan bien, pronto
le dio la cagalera El matrimonio, hecho un manojo de nervios, se había acostado, pero no pegaban ojo esperando que el cuarto se llenara de riquezas.
El burro ya no tenía dineros en su panza, pero sí se le produjeron fortísimos
retorcijones y una terrible diarrea y de ve en cuando se escuchaba ¡ Puffffffffff.....! ¡Pufffffff......! ¡Pufffffffffffff......! Y así muchas veces seguidas. Ellos no se atrevían a
levantarse y le decía la mujer al alcalde:
-¿Oyes Benito?
¿Escuchas bien? ¿Oyes como sale oro? Ah, y ahora parece que es plata lo que
caga el asno.
-Rosa, seguro que
mañana somos más ricos que el rey. ¡Qué suerte la nuestra! Sí, ahora parece
plata. Y,…, oye, oye, que ahora es oro,…¿verdad?
De esa forma pasaron
algunas horas, el burro con la cagalera por
todo lo que había comido y no podía digerir y ellos con la oreja puesta,
sin atreverse a ir hasta que no fuera de día. Pero como la avaricia no tiene límite el alcalde se
levantó sin encender el candil ni nada y se fue derecho hasta donde estaba el burro
para empezar a abrazar su dinero. Y claro, al llegar se metió en un barrizal de
mierda que le llegaba a los tobillos o más arriba. Llamó a Rosa para que lo
sacara de allí, pero ella pensó que era
para que tocara los dineros, así que también se zambulló en aquel
lodazal de estiércol. Al descubrir el engaño montaron en cólera y
acudieron tal y como iban de mierda hasta las cejas, hechos unos energúmenos, a la casa de
Perú, pero éste ya había puesto tierra de por medio, llevándose a su mujer y a
sus hijos donde nunca más los vieron ni supieron de ellos.
Al correr la noticia
por el pueblo, el alcalde y la mujer fueron el hazmerreír de todos y
comprendieron la astucia de Perú, sintiendo un poco de envidia porque él sí que
había sabido vender el burro y burlarse de la codicia. De Perú es verdad que nunca
más se supo y el alcalde tuvo que aguantar todas las burlas, chanzas y bromas
que a los vecinos se les ocurrieron.
Y colorín colorete
que por la chimenea cae un cohete y “colorín colorao” que este cuento “s’ha
acabao.”
GLOSARIO:
GLOSARIO:
Calendas: tiempo, período, época.
El Moreno: denominación popular que suele darse al astro rey, el Sol.
Chafardeo: cotilleo, comadreo.
Trilla: acción de separar el grano de la paja. Se realizaba de forma tradicional en esta comarca hasta los años setenta o más del siglo XX. Por entonces empezó a decaer hasta desaparecer el hecho de la siembra de cereales y, por lo tanto, también de la trilla.
"Troh": su verdadero nombre es troje, pero la pronunciación que se hace de la misma en esta zona andaluza es a modo de "h" aspirada, parecida a un sonido /j/.
Fiesta agosteña: era frecuente la celebración de fiestas populares en casi todas las barriadas y pedanías una vez llegado el mes de agosto, ya que habían finalizado las faenas de siega y trilla. Se hacían en conmemoración a la Virgen o a algún Santo.
Granzas: parte más recia del tallo de la mies que ha quedado sin cortar suficientemente y se separa de la paja, quedando en un montón aparte.
Era de trilla: espacio circular, próximo a la vivienda, con base de tierra que se rulaba con una gran piedra cilíndrica antes de la trilla para endurecerla y darle firmeza. Algunas tenían base hecha de guijarros.
Parva: mies extendida en la era, dispuesta para ser trillada.
Volver la parva: cuando ya el trillo o el cilindro había rodado sobre la mies y ésta quedaba bastante destrozada, se le daba la vuelta. Se empezaba por un lateral y se iba girando la mies con las horcas para que quedara la que estaba más entera arriba, hasta finalizar en el extremo opuesto. Se le daban varias vueltas, hasta lograr que quedase totalmente trillada la parva.
Horca: objeto largo de madera que, a modo de tenedor, se usaba para mover la paja y las granzas.
Trillo: pequeña tabla de madera que en una de sus caras tenía unas cuchillas metálicas. Era arrastrada por las bestias que hacían la trilla y sobre el mismo iba el trillador, bien sentado o de pie. también estaba el cilindro que era un trillo con cuatro cilindros con cuchillas que giraban al tirar de él las bestias.
Bestias: se denomina así al conjunto de animales de tiro y que solían ser burras o mulas, principalmente.
Acordonar la parva: una vez se había dado la última vuelta a la parva y ya trillada, se procedía a amontonarla, creando una especie de gran cordón a lo largo de la era, orientado de norte a sur, formando una especie de montículo. Se colocaba una sobrecarga en la parte occidental de la misma y se daba comienzo a la "ablenta", ("aventa") siempre que corriera aire de levante para arrastrar la paja hacia poniente.
"Ablentar": el término correcto es "aventar". Consistía en lanzar con la horca grano y paja hacia arriba, con inclinación hacia el Este, para que el viento arrastrase la paja hacia Poniente y el grano cayese a plomo sobre el montón. De esta forma iban quedando separados grano y paja.
Jarpil: objeto trenzado de cuerdas de esparto y que servía para transportar la paja desde la era al pajar.
Trabajar a destajo: trabajo que no se realiza a jornal, sino que se mide por cantidad de trabajo realizado y se paga por él.
"Giscándole": posible deformación de "aguijar", aunque realmente desconozco la procedencia. La palabra se usaba en esta zona como sinónimo de pinchar, incitar, provocar.
Churumbel: niño, nene.
Perragorda: moneda de níquel que correspondía a diez céntimos de peseta.
Jumento: burro, pollino, asno.
Cagacuartos: burrito cuyos excrementos contenían dinero.
"Roal": lugar, sitio o espacio pequeño que por alguna circunstancia particular se distingue de lo que le rodea
Pesebre: pequeño espacio elevado del suelo, en obra de albañilería en la cuadra y que, a modo de cajón rectangular, servía para poner de comer a ganado o bestias (caballerías).
"Cajones": cada una de las bolas formada por excremento de la bestia y que forman una "cajonera".
Cuadra: espacio del corral, unido por lo general a la vivienda y que servía para guarecer el ganado y bestias de tiro y carga.
Beata: mujer que pasa la mayor parte de su tiempo rezando y dándose golpes de pecho, pero que suele ser hipócrita y perversa con las demás personas.
Pollino: jumento de no mucha edad.
Duro: moneda de cinco pesetas. Los había de papel y de metal.
Santiamén: algo que se hace de forma muy rápida.
Irse haciendo cruces: cuando algo deslumbra por no entenderse cómo pueda ser posible o haber ocurrido.
Energúmeno: persona mala, muy enrabiada, que parece estar poseída del demonio.

Izquierda: era y rulo Derecha: trillando y volviendo la parva
Izquierda: aventando Derecha: media fanega

Izquierda: criba y dientes de una horca Derecha: burrito cagacuartos
El Moreno: denominación popular que suele darse al astro rey, el Sol.
Chafardeo: cotilleo, comadreo.
Trilla: acción de separar el grano de la paja. Se realizaba de forma tradicional en esta comarca hasta los años setenta o más del siglo XX. Por entonces empezó a decaer hasta desaparecer el hecho de la siembra de cereales y, por lo tanto, también de la trilla.
"Troh": su verdadero nombre es troje, pero la pronunciación que se hace de la misma en esta zona andaluza es a modo de "h" aspirada, parecida a un sonido /j/.
Fiesta agosteña: era frecuente la celebración de fiestas populares en casi todas las barriadas y pedanías una vez llegado el mes de agosto, ya que habían finalizado las faenas de siega y trilla. Se hacían en conmemoración a la Virgen o a algún Santo.
Granzas: parte más recia del tallo de la mies que ha quedado sin cortar suficientemente y se separa de la paja, quedando en un montón aparte.
Era de trilla: espacio circular, próximo a la vivienda, con base de tierra que se rulaba con una gran piedra cilíndrica antes de la trilla para endurecerla y darle firmeza. Algunas tenían base hecha de guijarros.
Parva: mies extendida en la era, dispuesta para ser trillada.
Volver la parva: cuando ya el trillo o el cilindro había rodado sobre la mies y ésta quedaba bastante destrozada, se le daba la vuelta. Se empezaba por un lateral y se iba girando la mies con las horcas para que quedara la que estaba más entera arriba, hasta finalizar en el extremo opuesto. Se le daban varias vueltas, hasta lograr que quedase totalmente trillada la parva.
Horca: objeto largo de madera que, a modo de tenedor, se usaba para mover la paja y las granzas.
Trillo: pequeña tabla de madera que en una de sus caras tenía unas cuchillas metálicas. Era arrastrada por las bestias que hacían la trilla y sobre el mismo iba el trillador, bien sentado o de pie. también estaba el cilindro que era un trillo con cuatro cilindros con cuchillas que giraban al tirar de él las bestias.
Bestias: se denomina así al conjunto de animales de tiro y que solían ser burras o mulas, principalmente.
Acordonar la parva: una vez se había dado la última vuelta a la parva y ya trillada, se procedía a amontonarla, creando una especie de gran cordón a lo largo de la era, orientado de norte a sur, formando una especie de montículo. Se colocaba una sobrecarga en la parte occidental de la misma y se daba comienzo a la "ablenta", ("aventa") siempre que corriera aire de levante para arrastrar la paja hacia poniente.
"Ablentar": el término correcto es "aventar". Consistía en lanzar con la horca grano y paja hacia arriba, con inclinación hacia el Este, para que el viento arrastrase la paja hacia Poniente y el grano cayese a plomo sobre el montón. De esta forma iban quedando separados grano y paja.
Jarpil: objeto trenzado de cuerdas de esparto y que servía para transportar la paja desde la era al pajar.
Trabajar a destajo: trabajo que no se realiza a jornal, sino que se mide por cantidad de trabajo realizado y se paga por él.
"Giscándole": posible deformación de "aguijar", aunque realmente desconozco la procedencia. La palabra se usaba en esta zona como sinónimo de pinchar, incitar, provocar.
Churumbel: niño, nene.
Perragorda: moneda de níquel que correspondía a diez céntimos de peseta.
Jumento: burro, pollino, asno.
Cagacuartos: burrito cuyos excrementos contenían dinero.
"Roal": lugar, sitio o espacio pequeño que por alguna circunstancia particular se distingue de lo que le rodea
Pesebre: pequeño espacio elevado del suelo, en obra de albañilería en la cuadra y que, a modo de cajón rectangular, servía para poner de comer a ganado o bestias (caballerías).
"Cajones": cada una de las bolas formada por excremento de la bestia y que forman una "cajonera".
Cuadra: espacio del corral, unido por lo general a la vivienda y que servía para guarecer el ganado y bestias de tiro y carga.
Beata: mujer que pasa la mayor parte de su tiempo rezando y dándose golpes de pecho, pero que suele ser hipócrita y perversa con las demás personas.
Pollino: jumento de no mucha edad.
Duro: moneda de cinco pesetas. Los había de papel y de metal.
Santiamén: algo que se hace de forma muy rápida.
Irse haciendo cruces: cuando algo deslumbra por no entenderse cómo pueda ser posible o haber ocurrido.
Energúmeno: persona mala, muy enrabiada, que parece estar poseída del demonio.
Izquierda: era y rulo Derecha: trillando y volviendo la parva
Izquierda: aventando Derecha: media fanega
Izquierda: criba y dientes de una horca Derecha: burrito cagacuartos