domingo, 24 de junio de 2012

EL SEGADOR DE LORCA

"Hermosura de hembra, mil desazones siembra" (Anónimo)


A mi señor don Diego, mentor y protector de este su humilde colaborador, el Candil de la Fuentecica. Ya sabe mi señor cual es mi destino en llegando estas fechas, que ni tiempo para dirigirme a su merced tengo, pues no hay otro que el de acudir desde antes que amanezca, aguantando el mucho sueño y arrastrando las pocas ganas, al tajo de la siega.  Son días sin descanso y ya antes de que  los claros del amanecer vayan abriéndose paso, caminamos tras las bestias, aparejadas con  amugas sobre la albarda, camino del lugar que nos espera. Procuramos siempre empezar a la hora que aún  la mies reviene y blandea, pues cuando ya el Sol aprieta corre  peligro de descabezase.
Somos pocos en la cuadrilla, sólo la familia, pues  escasa es la hacienda y  aún más la cosecha. Mi abuelo, siempre que va, hace de manejero, y nos lleva con la lengua fuera, como si a destajo hubiéramos contratado el quehacer. La faena la tenemos repartida en distintos y pequeños llanos, laeros, vagas o vallejos, cañadas, atochadas y algunas arbolejas y bancales de riego y, aunque  escasa, hállase diseminada, lo que nos obliga a ir cada día a sitios tan distintos como distantes, lo que agrava más  este tiempo ya de por si infernal. En  las horas centrales del día, en esas que el canto  penetrante de las chicharras se hace insoportable, cuando el Sol más abrasa y la impotencia obliga a rendirse, buscamos alguna sombra y aprovechamos para comer algo de lo que hemos echado en el cesto: algún tomate, algo de blanco del perro, de la botija o del obispo, y pan siempre duro como las piedras. El comer alivia, pero es, sobre todo, el agua de la cántara lo que nos permite sobrevivir.
Casi toda la siega la hacemos arrancando la mies y alguna segada a hoz. Sólo cuando es trigo bien espeso o cebada  medrada, en bancal de riego, usamos aquella, pues para toda la demás basta y sobra con las manos. Cuando se utiliza la hoz,  mi trabajo es otro, pues aún no soy crecido para usarla y ni  los dediles se ajustan al tamaño de mis dedos. Tampoco sé aún cómo manejar el golpe o manojo que forma las gavillas con las que a su vez se  conforman los haces. Entonces se me encargan cien cosas distintas que bien presto debo hacer. Mientras todo esto tiene lugar,  en los rastrojos va paciendo el ganado que  nos sigue siempre  como una sombra. Cuando ya el día va perdiendo su color y   la noche empieza a extenderse como una negra telaraña, empezamos a cargar las bestias: tres haces en torno a cada amuga, bien sujetos con los ramales para que la carga no críe. Seguidamente cogemos los avíos y emprendemos el camino de regreso.  Y  cada día es una copia del anterior.
Ya ve don Diego lo dura que es la vida para el pobre,  que no ya afana por medrar, más bien diría yo que lo hace por subsistir, pero no crea que por ello faltan  momentos y ocasiones para el humor, para la bulla, para el chascarrillo o algún decir, cuento o  historia  que pongan una nota de desenfado, un matiz de solaz, una chispa de vida, que relaje penas  y constriña el sacrificio.
Sirva de ejemplo de  lo mucho que se cuece al amparo de las siegas lo que  seguidamente voy a referirle y  que hace sólo unos días contome un tío mío,   de nombre Diego, como vos,  mientras ambos  arrancábamos cebada en una pequeña vaga. El Sol habíase perdido ya por el horizonte y estábamos juntando las gavillas para los haces cuando quiso hacerme partícipe de un  secreto que yo voy a romper por contárselo a su merced, pero que espero no haga como yo. Hablome mi tío de  la mucha "priesa" que tiene porque acabemos la siega, que ya se hará la trilla en julio, pues ahora arde en ansias de  preparar su hato con dediles, hoz, zamarro y algunos otros enseres para marchar a la tarea  de segar a Espillar o al Contador, y no sé donde más, pues cada verano por estas fechas más que andar, vuela hacia esos lugares. Va primero a casa de  un tal tío Lulio, hombre mayor, viudo, con dos hijas casaderas, mozas de buen ver, la mayor de 24 y la menor de 23, según me contó, y que todavía andan en la soltería. 
A decir de mi tío, el señor  Lulio es labriego de algunas de las varias labores en las que se divide la hacienda, y se necesita buena cuadrilla. Mi tío  siempre acude, pues anda en gran familiaridad con ellos. Trabaja la cuadrilla a jornal y una de las hijas, la mayor, hace de manejera, mientras que  la otra dedícase a la casa. Cada día prepara las migas y las lleva  al tajo. Contome mi tío, y será verdad, que el primer día, tras el almuerzo, pidiole fuese con ella, mientras los demás echaban el cigarro, a ayudarle a llenar unos cántaros en un pozo cercano. Lo que pasó junto al brocal del  pozo y en un cañal próximo ese día y otros posteriores, mejor no contarlo y dejarlo para que cada imaginación recree  libremente los retoces que allí hubo. Sí direle que mi tío vive obsesionado con volver y  también que ahora me explico por qué el pasado verano, al regreso de la siega, venía más "chuchurrío"  que una pasa, hasta el punto que  mi abuela pusole sobrealimentación con huevos crudos en vino para rescatarlo de tan "escuchimizao" como llegó, aunque la pobre sólo pensó en las duras fatigas que habría pasado.
Ya ve lo que dan de sí las siegas, don Diego. Para muestra de ello, enviole un romancillo que también fue mi tío quien me lo facilitó tras hacerme partícipe de su secreto y para que comprenda cuantas aventuras de ese tipo ocurren en tal menester.  La carne flaquea, es ciega y es incapaz de resistir  a la tentación por tal de aliviar necesidades. Asegurome también mi tío  tener entendido que el hecho había sido real, y que algún ilustrado pusole verso a esta pícara historia. Es la de  " EL SEGADOR DE LORCA". Verdad o mentira podrá su merced juzgar, pero seguro que le divertirá.
Siempre suyo.

El Candil de la Fuentecica

                                  EL SEGADOR DE LORCA

                            Presten atención, señores,
                            pues les voy a relatar
                            una picarilla historia
                            que a todos ha de gustar.

                            Trátase de un segador
                            que vino un día a segar
                            a este campo de Lorca
                            como siempre es regular.

                             Al campo de la Merced
                             vino este hombre a parar
                             buscando como se ve
                             un amo para quien segar.

                             Llegó a un rico labrador
                             con quien principió a tratar
                             con “aqueste” buen hombre
                             y otros diez o quince más.

                             Se fueron a ver las tierras
                             que tenían que segar,
                             regresando a  la casa
                             donde habían de cenar.

                             Salió al punto la mujer,
                             a su gente fue a mirar
                             y la saludaron todos
                             con total urbanidad.

                             Ella pronto dio una silla
                             al que era más mozuelo
                             y los que asiento no lograron
                             se sentaron en el suelo

                             Él se sentó a su lado
                             para preparar las gachas
                             sin  ni por asomo pensar
                             el buen fuego que atizaba.

                             Ella  desde el principio tuvo
                             un gran calor que le ardía
                             y es que el mismo demonio
                             buena yesca ya encendía.

                             Era ella hembra hermosa,
                             que ni treinta de edad contaba,
                             su soledad era completa
                             y del placer ya abandonada.

                             Estando haciendo las gachas
                             dice el ama al segador:
                             "No se ponga usté a cocerlas
                             que de eso me encargo yo".

                             Así que echaba la harina
                             propone el ama  al chicarrón:
                             "Póngase usted como triste
                             y finja  terrible dolor,

                             Porque  me parece muy justo
                             que en esta noche de San Juan
                             le demos al cuerpo gusto
                             sin pensar en qué dirán.
                              
                             Pues es mi  deseo que cabalgues
                             a  la luz de clara luna,
                             a lomo de  yegua joven
                             sin parar sobre mi grupa.

                             Pues  bien es que trabajes
                             colocando tú en mi era
                             el mucho grano que sobre
                             de  tu buena sementera.

                             Así tendré yo en mi "troh"
                             trigo, centeno y cebada
                             pues en una plácida noche
                             daremos cuenta a la parva".

                             El bueno del segador
                             bien  que la farsa  entendió
                             y aparentando  dolor
                             pronto al suelo se cayó.

                             Como el segador se quejara
                             con lamentos doloridos
                             nadie pudo sospechar
                             que fuera tan atrevido,

                             Que por al ama consolar
                             se atreviera sin temor,
                             a pasar toda la  noche
                             simulando gran dolor.

                             Como médico no había
                             llamaron allí a un “charlero”
                             de los que por el campo andan
                             que les llaman curanderos

                             A aquel engañoso enfermo
                             le pregunta con fantasía,
                             pero él simula sordera
                             y ya delira en  la agonía.

                             Ella con disimulo  fingido
                             pronto aportó una respuesta,
                             proponiendo  medicarlo ella
                             esa  noche por su cuenta.

                             "Yo le proporcionaré un jarabe
                             compuesto de  mejorana,
                             algún jugo de ciruela
                             y refriegas de manzana "

                             Convencido el lelo esposo
                             del mal de aquel segador,
                             se  marchó a descansar,
                             lejos a otra habitación.

                             Aquella ardiente mujer
                             pronto mató una gallina,
                             que en pepitoria prepara
                             ella sola en la cocina.

                             A su galán se la lleva
                             para que fuerzas recobre,
                             y su almajara le riegue,
                             sin parar toda la noche.

                             Una vez hecho el silencio
                             se apagan candiles y velas,
                             y en la cama principal
                             comienza la polvareda.

                             Ella de placer se queja,
                             él de gusto se retuerce,
                             ambos a la misma vez
                             en buen incendio se meten.

                             Ella  suspira de goce,
                             él de disfrute y pasión,
                             y cada hora de la noche
                             debidamente él cumplió.

                             En aquella fecunda noche
                             él cavó, regó, sembró y segó
                             y mientras los otros dormían
                             la  farsa no se acabó.

                             Ya aumentan los quejidos
                             y los demás se despiertan,
                             temiendo los muy ingenuos
                             porque el mozuelo muriera.

                             Es el marido el primero
                             que a la habitación llegara
                             viendo que el jovenzuelo
                             sobre su mujer cabalga.

                             Pronto da en cavilar
                             que aquel potro tan salvaje
                             le ha jugado buena treta
                             con la que curar sus males.

                             Pues ha entrado en la cañada
                             de su fogosa mujer   
                             segando toda la noche
                             sin dejar ninguna mies.

                             Aquí el romance termina
                             de quien fue a segar “cebá”
                             y se encontró con buen trigo
                             tras fingida enfermedad.

                             Apelo, amigo lector,
                             a ese su buen entender,
                             y si cree que no fue así
                             sepa que así debió ser.
                              
                                                           Autor: Clemente Molina
 GLOSARIO:
    
Amugas:  Utensilio parecido a unas "angarillas" que sirve para transportar cosas sobre las bestias, como es la mies, el serón, etc. Están formadas por dos varas gruesas paralelas, unidas por dos fuertes anudaciones en los extremos y que sujetas a la albarda permiten el soporte de la carga a lomos del animal.
Albarda: objeto de esparto y anea que se coloca sobre el lomo de la caballería para colocar aguaderas o  acarrear una carga.
Tajo: se utiliza como sinónimo de trabajo o tarea, y también punto o lugar en el que se está desarrollando la misma.
Cuadrilla: grupo de personas que desarrollan una tarea.
Manejero: persona que lleva la mano o dirección de lo que se está haciendo y los demás siguen su ritmo.
Ramal:  este término se usa para referirse a las sogas que sirven para sujetar la mies a las amugas, y también al ramal hecho con un manojo de tallos de trigo o cebada, cuando son largos, para amarrar los haces.
Destajo: trabajar a destajo o trabajar a jornal: había dos formas de "ajustar" el trabajo, o bien "a destajo" según el cual los segadores tomaban la faena por un precio y lo hacían en el menor tiempo posible. La otra fórmula era la del "jornal", pagándoles por tiempo o faena trabajada. Siempre se "ajustaba" el sistema a emplear antes de empezar la siega.
Mies "revenía"y "blandeá": cuando la mies está muy seca es fácil que la espiga caiga. Por eso la mejor siega era la de primeras horas de la mañana y últimas de la tarde que es cuando la mies estaba más  húmeda y no se descapotaba.
Ganado: término que hace referencia  al conjunto de animales que pastan en el campo (caprino, ovino y bovino)
Laero: terreno con cierto desnivel en el que también se sembraba.
Vaga: similar al laero. Este término muy empleado en esta zona debe derivar de "vaguada", pero se apocopaba para abreviar el habla.
Vallejo: es también un terreno en desnivel, comprendido entre dos cerrillos.
Atochada: bancal de secano, separado de otro terreno por pedrizas o ribazos por existir desnivel, generalmente entre montículos.
Cañada:  espacio llano entre dos montes poco distantes entre sí.
Arboleja: bancal  limítrofe a una rambla y que generalmente se regaba por inundación a través de una boquera cuando la rambla salía.
Dediles: pequeños objetos de cuero recio que en forma de dedo servían para cubrirlos y proteger al segar, evitando así posibles cortes.
Zamarro: era una especie de delantal de cuero o lona que se ponían los segadores para proteger el pantalón y las piernas del roce de la mies y de la hoz.
Blanco de botija, de obispo o  perro del cerdo: el embutido del que se llenaba la vejiga del cerdo en la matanza se le llamaba botija. Al estómago se le conocía como el perro y el obispo era el bazo. No era embutido de color blanco, sino que se hacía de la misma masa de la longaniza, pero popularmente se le conocía con el nombre de "blanco".
Criar o parir la carga: cuando una carga se deshacía o aflojaba se le llamaba parir o criar la carga.
Gavilla: cuando se llevaban varios golpes de mies en la mano se dejaban en el suelo formando una gavilla. Luego se juntaban tres gavillas para formar un haz.
Presto: rápido, pronto, ligero en el hacer.
Avíos: conjunto de enseres y cosas necesarias que se usan  para hacer algo
Labor: cada una de las partes de una gran hacienda. Por lo visto era costumbre en esa zona llamar labor a cada una de las partes en las que quedaba dividida una finca para ser trabajada por un labriego.
Chuchurrío: decaído, triste, marchito, sin fuerzas.
Escuchimizao: delgado, de mal aspecto.
Migas: comida típica que en el campo se comía casi a diario. Está hecha con harina, agua, sal y aceite. Se ayudaban las migas de alguna engañifa y algún remojón que en verano se cambiaba por gazpacho de migas,  hecho con agua lo más fresca posible, sal, vinagre, tomate, cebolla y pepino.
Gachas: comida típica hecha con harina, agua y sal. La masa se extendía en torno al borde del perol y en el centro del mismo se solía bañar con algún caldo, en especial de pescado.
Yesca: materia fácilmente inflamable, dispuesta a encenderse. Lo que intensifica cualquier pasión o sentimiento.
Era: espacio circular próximo  a la casa en el que realizaba la trilla. Primeramente se rulaba la era con un gran rulo de piedra.
Troje: espacio dividido por ntabiques para guardar cereales. Generalmente estaba en la cámara.se le denominaba comúnmente la "troh", finalizando en una especie de "H" aspirada casi imperceptible.
Parva:  cereal cortado y extendido sobre la era para trillarlo o que ya está trillado
Charlero: especie de curandero-charlatán que había en lgunos lugares del campo. Mentiroso, cuentista, mitómano.
Almajara:  terreno abonado para la pronta germinación de las semillas.

         
                                        Foto:  amugas
      
           Izquierda: cuadrilla de segadores         Derecha: dediles
           
                  
        Izquierda: segador con gavilla            Derecha: burra cargada de trigo






1 comentario:

  1. En el pueblo donde se ha descrito la labor de la siega, hay un dicho, frase o alusión popular relativa a cuando una cosa puede esperar o no corre mucha prisa que dice:
    "No es cebá que se escabeza..." De ahí la premura de empezar la siega
    "Procuramos siempre empezar a la hora que aún la mies reviene y blandea, pues cuando ya el Sol aprieta corre peligro de descabezase".
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