viernes, 8 de junio de 2012

EL GARBANCICO

 "Quien tiene pan y tocino, mejor huya de pleitos con el vecino."
   (Anónimo)

Mi señor don Diego, estando a la espera de sus noticias, sirva la presente para poner en su conocimiento alguno de los hechos más recientes que a este servidor suyo han acaecido y que sirva ello además para olvidar preocupaciones por un momento y sí de guasa  por lo que de extravagante y anecdótica tuvo, aunque a este servidor ni pizca de gracia le hiciera el suceso. Pero sí  hubo quienes se mofaron y los que han convertido en chanza la trastada de la burra. 
Hace tan sólo unos días empeñose mi madre en que habríamos de ir esa tarde a la Loma a comprar algunas cosillas y tendría que acompañarla, pues también habría de comprarme unos zapatos, pues desde antes que falleciera mi padre no había recibido otros. Por eso que no rechisté. Aparejamos la “Churri” (es el nombre de la burra), nos subimos en ella, yo en la culata,  y emprendimos la marcha bajo un sol de justicia,  como la gente dice, “un sol que partía las piedras”. El camino se hizo pesado, pues la bestia caminó lenta, como de costumbre, pero eso sí,  siempre llega. Una vez en la Loma, dirigimosnos adonde los zapatos, pues para mí era lo urgente, y más contento que unas castañuelas me puse cuando ya los tenía en mi poder. Desde allí marchamos a casa de las Periquitas o Periquinas,  que así  les llaman, donde se hospeda el cura, para pedir orientación en los trámites para hacer estudios lejos de Albox. Al llegar a la entrada de la calle “Los Hileros” quedé atrapado por la imagen de los hombres con sus madejas de cáñamo a la cintura, estirando los  cordeles  a lo largo de toda la calle, desde una rueca o torno, o lo que sea, que había arriba de la misma. Siempre me ha seducido a la vez que ejercido sobre mi una especial atracción la Loma por su vida  artesanal, por su ajetreo continuo, habiendo buscavidas de todo tipo, en su  lucha continua por salir adelante.
Ya íbamos a entrar casa de las Periquitas o Periquinas ( o como sea),  cuando unos zagalotes bajaban atropelladamente otra calle de al lado en un carruaje de madera, espantando la burra de tal forma que tiró del ramal, se soltó y salió como una loca,  nunca la había visto así, dando saltos a la vez que lanzaba coces al cielo, con rebuznos ensordecedores y con intermitentes y escandalosos cuescos,  uno tras otro, logrando que tanto las aguaderas como todo lo que en ellas había   fuera a hacer puñetas, desperdigándose por doquier. Pero no fue eso todo, sino que no habría valiente que se atreviera a retenerla en su huida, atropellando todo a su paso y, un lañador que en la puerta de la posada lañaba un lebrillo, saltó despavorido para librarse de aquel endiablado animal, mas hizolo con tan mala fortuna que tropezó en el lebrillo haciéndolo mil pedazos, tantos que no habría lañas suficientes en el mundo para recomponerlo de nuevo. Vino el hombre enfurecido, diciendo a mi madre que había de pagar los daños ya que el animal era el culpable de lo acaecido, a lo que mi madre opusose rotundamente ya que la culpa no fue de la bestia sino de los chiquillos,  y tratábase además y por de contado de un lebrillo roto. Amenazó él con llevar el caso al Mindas o al Bautista o  hasta el juez si no lo resarcía de la desgracia. Estaban así en la contienda cuando llegose  un hombre, el Alfonsico, que dijo haberlo presenciado todo y que la culpa sólo era de los zagalones poniendo así fin al pleito. De todas formas diole mi madre dos pesetas al lañador para que no lo perdiese todo. Andaba yo  mientras a  por el animal y me moría de vergüenza al ver a unas muchachas que se findangaban de risa y hacían mofa  de lo que para mí suponía una humillación bestial. Don Diego, habría querido que en ese momento me tragase la tierra, no haber existido, y no habría ido a por la burra de no ser porque por allí debían estar mis zapatos. Las jovenzuelas más se desternillaban al verme correr tras el animal, siendo para mí más una afrenta que otra cosa todo lo que acontecía.  Parose la bestia en la puerta misma de la Iglesia, como si hallase allí  sosiego por su mucho alboroto, pudiendo hacerme entonces con las riendas. Coloquele albarda, cincha, atarres y aguaderas como pude, recogí los enseres, eso sí, los zapatos lo primero, aunque hasta estos ya se me habían atragantado, y regresé adonde las Periquitas o Periquinas, a la vez que las muchachas perdiéronse con la burla calle Ancha arriba. Yo ni ganas tenía de ver al cura ni a nadie. Fue por ello que la visita duró poco, pues me consumía la vergüenza.
Habría deseado regresar cuanto antes pero  debíamos ir a  comprar un libro a una papelería de la calle  por donde las zagalonas se habían marchado. Ya en la papelería contó mi madre  la anécdota a unas mujeres, a la vez que yo callaba y palidecía. A una de ellas ocurriósele decir que pareciase lo del lañador al protagonista de un cuento, lo que hizo recuperarme del sonrojo y rogarle me lo contase, a lo que accedió con mucha amabilidad.  Mi madre, por su parte,  ha hecho broma de lo acontecido, y contolo aquella noche, mientras tomábamos la fresca, a los vecinos sirviendo de guasa   la acción de la Churri.
Aprovecho ésta para contar  a su merced el cuento y lo de la burra también, aunque esto último suplícole no lo divulgue, pues aunque no es deshonroso sí que pareciéronme suficientes y sobradas  las chanzas de aquel  aciago día. Remítole por tanto el cuento “DEL GARBANCICO” que, de seguro, será de su agrado y podrá  juzgar lo tramposas que  algunas personas son  y cómo tratan de sacar aprovecho  de cuanto pueden.
Saludale con afecto su siempre servidor

El Candil de la Fuentecica 

                       EL GARBANCICO

Érase una vez un hombre que cada martes acudía al mercado para comprar las cuatro cosillas que necesitaba y a la vez vender algunas otras, como huevos a los recoveros, algún gallo o gallina a los gallineros, conejos, quesos,,, . Así siempre, cada martes. Pero al llegar ese día se encontraba con un problema, pues tenía un GARBANCICO y no sabía donde ni con quien dejarlo, ni tampoco quería llevarlo al mercado no fuese a perderlo. Agobiado por este pequeño problema, un día acudió a una vecina y le dijo:
-¿Puedo dejar aquí mi garbancico que tengo que ir al mercado?
-Sí, déjelo usted aquí- contestó la señora.
El hombre dejó su garbancico encima de una mesilla que había a la entrada. Era casa de campo y había animales que andaban sueltos, como las gallinas y los pavos que, aunque estaban en la calle, siempre iban de un lado para otro, entrando con frecuencia a la casa en busca de algo que llevarse al pico.  Entró una gallina, dio un salto y subió a la mesa y ... ¡adiós garbancico!, pues  se lo tragó al primer picotazo. Pasado un buen rato volvió el hombre del mercado y fue a recoger su garbancico. Al llegar le dice a la mujer:
-Buena mujer, ya he vuelto. ¿Dónde está mi garbancico?
-¡Ay, buen hombre! No sé cómo decirle, pero ha venido la gallina, ha saltado a la mesa y por más que he aligerado no he podido evitar que se lo comiera.
-¡Ah, sí!, pues por descuidada ahora tendrá usted que darme la gallina.
-¿Qué dice usted? ¿Una gallina por un garbancico? Ni hablar.
-¿Cómo que ni hablar?  Pues si no me da la gallina iré al juez.
La mujer estaba enfurecida, pero pensando en lo que le costaría le justicia vio que era preferible darle la gallina antes que ir al juez. Así que le dijo:
-Vale, llévese usted la gallina y déjeme en paz y no vuelva por aquí.
El hombre cogió la gallina y se la llevó a su casa. Al llegar el martes siguiente también quería ir al mercado. No sabía a quien dejar la gallina, pues no la iba a llevar con él, así que se dirigió a otra casa de la aldea y le dice al dueño:
-Buen hombre, ¿puedo dejar aquí mi gallinica que tengo que ir al mercado y no tengo donde dejarla?
-Claro que  puede usted dejarla aquí- contestó el hombre.
Dejaron la gallina por unas paletas que había al lado de la casa para que picara chumbos e insectos y se revolcara en la tierra. En medio de las paletas había un almendro y allí tenían amarrada una marrana de cría. Llegó la gallina por allí, picoteando a un lado y otro, pero en un descuido la marrana le dio un mordisco y la mató.
A todo esto regresó el hombre del mercadoy fue a recoger su gallina.
-Vecino, ¿dónde estás? Vengo a por mi gallina.
El vecino que se había entretenido preparando aperos de labranza, sale del cobertizo y le dice:
-Pues ahí estará vecino, en la paletas.
Fueron a las paletas y se encontraron con las plumas que había dejado la marrana.
-¡Ah, vecino, la marrana se ha comido mi gallina! Ahora tienes que darme la marrana.
-¿Cómo? Eso no puede ser. ¿Es que acaso va a valer una gallina como una marrana de cría?
-Pues si usted no me da la marrana, lo llevaré ante la justicia.
El dueño de la marrana echaba sapos por la boca, pero por temor a ser llevado ante el juez, se la dio.
Pasaron varios días y de nuevo llegó el martes, entonces el hombre acudió con la marrana a otro vecino y le dijo:
-Vecino, ¿puedo dejar aquí mi marranica que tengo que ir al mercado?
-Por supuesto que sí, vecino. Déjela ahí atada en ese olivo, que a la sombra estará mejor.
Al rato volvió a llevarse su marrana y dice:
-Vecino, vengo a por la marrana.
-Santo Dios-, responde el vecino-, se ha soltado la vaca y ha embestido a la marrana y la ha matado. ¿Qué hacemos ahora?
-¡Cómo!, ¿que la vaca ha matado mi marrana? Pues ahora tendrá usted que darme la vaca.
-¿Cómo le voy a dar la vaca? ¿Usted está loco? ¿Acaso valía la marrana lo que vale la vaca?
-Pues si no me da la vaca lo denunciaré a la justicia.
El dueño de la vaca que ya había tenido problemas con la justicia por otros asuntillos de nada, pero que  le temía como a una vara verde, por lo mucho que saca y lo poco que arregla, cedió y se la entregó. El hombre se llevó la vaca y se fue tan feliz. Al llegar el martes siguiente cogió la vaca y se fue a casa de otro vecino y le dice:
-Vecino, mire, que quiero ir al mercado y no tengo con quien dejar la vaca. ¿Podría dejarla aqui?
-Si, vecino. Puede usted dejarla en la puerta de la casa, ahí  atada a ese árbol.
El hombre ató  la vaca al árbol y se marchó al mercado. En la casa comieron aquel día pescado del que tiene muchas raspas y una muchacha huerfanilla que tenían de sirvienta, sin imaginar lo que podría ocurrir, le echó las sobras de la comida a la vaca, con raspas y todo, además de unos huesos de choto que aún andaban en la basura. La vaca se atragantó con todo aquello y por más empeño que pusieron en salvarla, no pudieron, y se ahogó. Al rato llegó el dueño preguntando por su vaca:
-Vecino, ya estoy aquí. Y mi vaca, ¿dónde está?
-¡Ay, vecino, no sabe cuánto lo sentimos, pero la muchacha le ha echado las raspas del pescado a la vaca y se ha ahogado! No hemos podido hacer nada por salvarla.
-¡No me diga que se ha ahogado mi vaca! ¡Eso no puede ser! Ahora tendrá que entregarme a la sirvienta o de lo contrario lo llevaré al juez.
-¿Cómo le voy a entregar a la sirvienta? ¡Es imposible! Además, ella no querrá irse con usted.
-¡Cómo que no se va a querer venir conmigo! Pues si no se viene también irá ante el juez.
La criada lloraba, los demás echaban maldiciones por haberse quedado con la vaca, pero al final tuvieron que ceder para no vérselas con la justicia y la muchacha se marchó con el hombre. Iban por el camino, hacía mucho calor y se pararon a descansar. La muchacha se durmió y el hombre aprovechó para meterla en un saco. Se la echó al hombro y siguió el camino hasta que llegó a una casa en la que estaban cociendo el pan. Él entró al cobertizo del horno y dijo:
-¿Puedo dejar aquí mi saquico que tengo que ir al mercado y no tengo donde dejarlo?
-Sí, claro, déjelo en ese rincón, que ahí no estorba.
El hombre lo dejó y se marchó al mercado. La mujer estaba "iñendo" el pan y le dice su hijo:
-Mamá, yo quiero un bollico. Hazme un bollico.
-¡Y yo quiero una rosquica!-, dijo una voz que salía del saco.
-Mamá, el saco habla,  la voz sale del saco. Vamos a abrirlo para ver lo que hay dentro.
Así lo hicieron y se llevaron  una sorpresa tremenda al ver a la chiquilla allí. La sacaron y la escondieron y antes de que el hombre regresara llenaron el saco de bichos, de los más malos y venenosos que hay en el mundo y lo cerraron otra vez. Al rato volvió el hombre a por el saco y dice:
-¿Dónde está mi saquico?
-Ahí lo tiene usted-, dijo la mujer.
Él cogió el saco  y se lo echó al hombro. Se fue a la fuente a beber agua, lavarse y refrescarse un poco. Cuando ya terminó abre el saco y dice:
-Moza hermosa, sal y dame un beso en esta boca tan hermosa.
Al abrirlo, saltaron como furias sobre él  todos aquellos bichos y le picaron, le mordieron y lo destrozaron sin dejar una parte de su cuerpo libre de aquella rabia. Y así acabó el hombre por su avaricia y su maldad y ... "colorín, colorete" que por la chimenea cae un cohete, y "colorín, colorao" que este cuento se ha "acabao".

GLOSARIO:

Rechistar: responder, hablar protestando
Culata de la burra: la parte trasera del lomo del animal, junto a la cola, no cubierto por la albarda, donde se solía subir a los niños para que fueran montados, cuando no se podía en la albarda.
Cáñamo:  planta cannabácea de unos dos metros de altura, con tallo erguido y velloso, de fibra textil, usada en tejidos y cordamenta. Con ellas se hacían suelas de alpargata y otros objetos, como sogas y cordeles.
Cuesco: eufemismo de pedo, ventosidad.
Aguaderas: objeto que se hacía de forma artesanal, normalmente de esparto y que servía para transportar cántaros o cualquier otro enser en las bestias de carga.
Albarda: objeto que se coloca sobre el lomo de las bestias para protegerlas del roce y poder sujetar así  la carga.
Cincha: objeto con forma de cinturón que servía para sujetar la albarda y que rodea la panza del animal.
Atarres: elemento de la albarda que la sujetaba a la cola del animal.
Hacer puñetas: expresión muy popular y campechana de enfado o enojo con la que se mandaba a alguien que se marchara por estar estorbando o dando la lata.
Lañador: artesano, por lo general ambulante, que reparaba lebrillos, orzas, pucheros, tinajas y otros utensilios de loza o porcelana con lañas o grapas.
Lebrillo: vasija grande, de barro vidriado, más ancho por el borde que por el fondo y que se utilizaba para lavar ropa, para baños y otros usos, sobre todo en la matanza.  
El Mindas y el Bautista: eran los municipales con los que contaba Albox por los años cincuenta. Se encargaban de todo, también de dar recados, llevar avisos y hasta acompañar al pregonero en sus pregones.
El Alfonsico: personaje típico (siempre con su camisola negra), muy conocido en Albox. Vivía en la calle los Hileros. Vendía pipas, garbanzos torrados y algunas otras golosinas en los mercados y en la puerta del cine de verano.
Recovero: comprador de huevos en los mercados.
Gallinero: no sólo se le llamaba así  al espacio del corral ocupado por las gallinas, sino también a los compradores de gallinas en los mercados, que en Albox solían colocarse con sus cajas de madera enrejada en la calle del Muro los martes.
Paletas: es la denominación popular que en la comarca del Almanzora recibe la chumbera (Opuntia) . Planta de la familia de las cactáceas, con más de 300 especies diferentes, originaria de América y extendida por Canarias, por Andalucía y por todo el Levante. Tiene fruto comestible, el chumbo.
Marrana de cría: era la expresión más usual en el habla coloquial del medio rural, conjuntamente con china, para referirse a una cerda, guarra o cochina.
Echar sapos por la boca: expresión popular que hace referencia a estar seriamente enfadado y lanzar expresiones malsonantes.
Eñir: término de uso común con el que se indica que se está preparando la masa del pan o las tortas para dejarla en su punto exacto.
Choto: cabrito de corta edad.

        
       Izquierda: burra, aguaderas y cántaros   Derecha: marrana de cría

             
                  Izquierda: torno de hilandero             Derecha: lañador    
         Izquierda: paletas o chumberas                   Derecha: eñir el pan








lunes, 28 de mayo de 2012

SACRIFICIO

"El sacrificio es el precio de una vida luchando; la lucha es el alma de ser constante"(Lutxo Jaramillo)

 A mi muy apreciado don Diego de la Caparrota. Desde ha algún tiempo no he podido dirigirme a vuesa merced, y no crea que por olvido o desidia, sino debido a la mucha faena que en este época se acumula, que ni tiempo para respirar queda, pues andamos ya de lleno enfrascados en la tarea "de la pelota". No piense que se trata de un juego, que no es así, sino que por esta tierra denominamos  "pelota" al fruto que de la tápena sacamos, por tener éste forma de diminutas bolas.  Como le digo, no resta tiempo para cartas, ni  tan siquiera para el descanso. Antes de que esclarezca el día ya estamos de camino. Es un trabajo sumamente agotador, pues obligado es  hacerlo bien en cuclillas, encorvado o de rodillas, como mejor el cuerpo aguante. A esto sumemos los innumerables pinchazos con los que la mata obsequia, llevando luego las manos como si fueran un acerico. Pero no todo es eso, sino que cuando ponemos fin a la labor  y tratamos de volver al estado de "homo erectus", es cuando el cuerpo apenas responde, resultando casi imposible regresar a forma erguida. ¡Qué poco saben las gentes de la esclavitud del campo, don Diego! Y a todo esto cabe sumar el implacable Sol que nos castiga diariamente, pese a los sombreros que nos protegen y las "rempujas" que resguardan a las mujeres. Es ésta nuestra vida diaria, recorrer llanos, cerros, barrancos para intentar arrancar de la tierra el fruto que nos permita respirar, que alivie nuestra necesidad. Es el círculo de la vida que nunca mejora, que nunca cambia ni termina.
Como manifiéstole, en llegando este tiempo, todo el campo se asemeja a un gran hormiguero humano en el que nadie se para o entretiene por no desperdiciar ni un segundo. Pocas historias o anécdotas distraen nuestra atención, aunque es divertida la de una mujer (de éstas hay algunas) que anda de cumbre en cumbre, siempre con amenazas, con las más tremendas maldiciones e improperios, como loca, para que no le roben su tápena. Por tal motivo es conocida con el apodo de la "Tapanera" y su obsesión es espantar a quien tan siquiera se atreva a acercarse a sus propiedades. Dedíca todo su tiempo a esto, yendo siempre como  perro tras la liebre, pero siempre localizada por las muchas voces que da, lo peor que puede hacer, pues unos por arriba, otros por abajo, otros al este y otros al oeste van sisándole el producto a la par que se divierten con sus exabruptos. Ella más se enfurece y ellos más le rapiñean la tápena. Valga esta anécdota sólo como parte alegre de un tiempo  extremadamente  extenuante.
Una vez concluido la faena nos dirigimos a vender. Los compradores poseen cribas y romanas que estafan, y aquellos que vendemos hemos de estar en continua alerta porque  el fiel de la romana no se incline en exceso hacia los peloteros, aunque siempre  éstos "han de salirse con la suya" y hemos de aguantarnos por tal de recoger los cuatro duros que nos valdrá la cosecha del día, pero que  viene a ser como un maná que nos sacará de no pocos apuros por un tiempo.
Y siempre lo mismo, mañana y tarde, sin gozar de otro descanso que el de mediodía, que para mi ni existe, pues  en el campo es ésta la hora de la escuela en mayo y junio,  para  que   así  colaboremos al exiguo sustento familiar. Así se nace aquí, destinados al sacrificio permanente. Dicen que es el "Destino", aunque pienso que bien podríamos cambiar algo del mismo si en vez de resignación luchásemos por escapar de las garras de los que no dejan ni respirar. 
Y hablando de sacrificios, aprovecho para remitirle un romance que lleva por título  "SACRIFICIO", aunque nada tiene que ver con el que nosotros hacemos. Fue "La tía Habichuela", muy amante de estas historias, la que llegó una noche  al lugar donde vendíamos la tápena. Ella siempre acude allí de visita, tras la cena, y hablome del mismo. "La tía Habichuela" es una mujer mayor, enlutada, como todas las mujeres mayores de aquí, siempre con su pañuelo negro cubriéndole la cabeza. Es viuda y creo que sólo tuvo un hijo y éste, al cumplir los veinte, marchose al Brasil, hace ya varios años. Después nada ha sabido de él. Es triste esto para una madre, ¿no cree, don Diego? Puede que sea éste el motivo de que sienta tan intensamente estas  historias, pues es de esas personas que las cuenta  como si de sí misma se tratase.  Poco pudo referirme aquella noche acerca del romance ya que el cielo empezó a encenderse por una amenazadora "Partalobera" que avanzaba rápida. Hubimos de aligerar y marcharnos para que no nos alcanzase la tormenta. Unos días después acerqueme  a por el romancillo y puso tanto sentimiento al leerlo que hasta lagrimeó y todo. A mi, la verdad,  que parécenme todos iguales, y ni me conmueven,  pues dudo de la verdad de lo que en ellos se cuenta. Pero no se preocupe su merced que no por ello dejaré de remitírselos,  mientras los halle, para su fabulosa colección y para que vea qué es lo que mucho gusta y entretiene a las gentes de aquí.
Siempre a su servicio

El Candil de la Fuentecica.        

                               SACRIFICIO
                             
                                En una calle en Madrid
                                que allí nadie transitaba
                                a un hermoso perro vi
                                que a un pequeño acariciaba.

                                El animal con instinto
                                de vez en cuando ladraba
                                para ver si alguien le oía
                                y a aquel pequeño amparaba.

                                El fiel animal comprendió
                                al ver que nadie le oía
                                que "arrañando" en una puerta
                                alguien le contestaría.

                                Se ha metido en un portón
                                por su instinto llevado
                                empezó a "arrañar" la puerta
                                hasta que salió un criado.

                                Pero al notar que era un perro
                                lo ha querido castigar
                                el perro se metió corriendo
                                y el buen criado detrás.

                                Pero al llegar junto al niño
                                quedó el criado asombrado
                                al ver a un niño tan lindo
                                que se hallaba abandonado.

                                Cogió al niñito en sus brazos
                                en su abrigo lo envolvió
                                y gozando de contento
                                 se lo llevó a su señor.

                                 Mire señor que angelito
                                 que me acabo de encontrar
                                 que su madre hizo el delito
                                 de tirarlo sin piedad.

                                 El caballero le dice
                                 mostrando su indignación
                                 ve y déjalo donde estaba
                                 que lo críe otro y no yo.

                                 El criado le contesta
                                 estrechándolo en sus brazos
                                 todo el mundo lo desprecia
                                 pero yo con mi pobreza
                                 juro ante Dios de criarlo.    

                                 Deme usted señor mi cuenta
                                 que yo a mi casa me marcho
                                 ya que me encontré este niño
                                 no volveré a abandonarlo.

                                 Cuando el criado salía
                                 con el niño entre sus brazos
                                 la hija del caballero
                                 estas palabras ha hablado:

                                 "Haz por criar a ese niño,
                                 de tu lado no lo apartes,
                                 que yo te daré dinero
                                 para que puedas criarle."

                                 El niño bien se criaba
                                 y hasta un ama le pusieron
                                 gracias a lo que le daba
                                 la hija del caballero.

                                 Pero al cabo de algún tiempo
                                 se dio cuenta el caballero
                                 y gobernó de llevarse
                                 a su hija al extranjero.

                                 Al poco tiempo al criado
                                 se le terminó el dinero
                                 y tuvo que colocarse
                                 en un hospital de enfermero.

                                Ya el niño fue mayorcito
                                 y se lo llevó con él
                                 y atendía a los enfermos
                                 como no había quien.

                                  Cuando los médicos vieron
                                  a  la inteligente criatura
                                  se lo llevaron con ellos
                                  y hasta ayudaba a hacer curas.

                                  Cuando los médicos vieron
                                  la inteligencia tan grande
                                  lo meten en un colegio
                                  a estudiar de practicante.

                                  Era tanto su talento
                                  que el gobierno lo eligió
                                  y le dieron por empleo
                                  practicante en un vapor.

                                  En uno de los viajes
                                  que de América venía
                                  se les formó una tormenta
                                  que creyó que se hundía.

                                  Con las fuertes sacudidas
                                  que el barco de continuo daba
                                  hubo varios pasajeros
                                  que a los golpes se lisiaban.

                                  El muchacho siempre estaba
                                  adonde más falta hacía
                                  atendiendo a los enfermos
                                  con sin igual valentía.

                                  Se metió en un camarote
                                  a atender a una señora
                                  que se hallaba trastornada
                                  hacía ya varias horas.

                                  La tormenta iba pasando,
                                  la señora mejoró
                                  al llegar el practicante
                                  estas palabras le habló:

                                   "Quiero confiarle a usted
                                   un importante secreto
                                   porque me encuentro tan mal
                                   que parece que me muero.

                                   Quiero que vaya a Madrid,
                                   a calle de Santa Isabel,
                                   allí vive Sebastián Serrano
                                   criado  mío que fue.

                                    Ese tiene un hijo mío
                                    que mi padre lo tiró
                                    por no verse en la vergüenza
                                    y ese hombre lo crió.

                                    Dale un abrazo muy grande
                                    dile que me acuerdo de él,
                                    y dile que me perdone
                                    que mi riqueza será de él."

                                    El muchacho trastornado
                                    dijo a la señora así:
                                    "A ese hombre lo conozco,
                                    es quien me ha criado a mí.

                                    Por tanto usted es mi madre,
                                    madre de mi corazón,
                                    haré por ponerte buena
                                    que ya tienes mi perdón.

                                    Mas nunca abandonaré
                                    a ese hombre tan honrado
                                    que con tantos sacrificios
                                    y con penas me ha criado."

                                    "Hijo de mi corazón,
                                    por eso no tengas pena
                                    lo tendremos con nosotros
                                    como si tu padre fuera."

                                   Ya se le acabó la pena
                                   a quien tanto había sufrido
                                   que por culpa de su padre
                                   tuvo a su hijo perdido.

                                   Tales cosas, señores,
                                   no se deben de dudar
                                   que aún quedan muchas criaturas
                                   de padres abandonadas.

                                            Autor: desconocido  Imprenta: Lourdes

NOTA: se respeta el texto original en contenido y forma.

 GLOSARIO:

Desidia:  descuido, desgana, dejadez, desinterés.
Tarea de la pelota: trabajo que se realizaba desde mayo a mediados de julio y que aportaba una ayuda considerable a la economía familiar en gran parte de la provincias de Almería, Granada y Murcia.
Acerico: almohadilla para clavar en ella alfileres y agujas.
Homo erectus: grupo de la especie humana que vivió entre un millón ochocientos mil años y trescientos antes de ahora. Se considera que fueron los primeros en tener postura erguida. Pithecanthropus erectus (hombre-mono erguido). Se conoce popularmente como "hombre de Java" (Indonesia)
Sombrero de paja: sombrero de paja de palma trenzada muy usado en época de verano.
Rempuja:  sombrero de paja de ala ancha usado por las mujeres en la provincia de Almería y limítrofes.
Exabrupto:  Salida de tono, respuesta descortés e insolente. Brusquedad, insolencia, incorrección.
Criba de tápena: objeto circular o rectangular con laterales  de madera y con base metálica agujereada para el paso de la tápena. 
Romana:   La romana (el lat. [statera] romāna) es un instrumento que sirve para pesar, compuesto de una palanca de brazos muy desiguales, con el fiel sobre el punto de apoyo. El cuerpo que se ha de pesar se coloca en el extremo del brazo menor, y se equilibra con un pilón o peso constante que se hace correr sobre el brazo mayor, donde se halla trazada la escala de los pesos. (Wikipedia)
Salirse con la suya: expresión popular equivalente a "imponer la voluntad sobre algo"
Duros: moneda española equivalente a cinco pesetas. Era tan popular en el habla como la misma peseta y de él hubo billetes y más tarde monedas, hasta la llegada del Euro.
Partalobera: denominábamos así en ciertas zonas del término municipal de Albox a tormentas que tenían su origen en la sierra de Partaloa. Solían ser frecuentes en aquel tiempo. Ahora no suelen producirse.
"Arrañando": deformación del término "arañar". Rayar, raspar, rascar.

          
      Izquierda: plato con tápena  Centro: criba   Derecha: barco a vapor
   
            
           Izquierda: sombrero de paja Centro: rempuja Derecha: romana
             


                                   
                                 


martes, 15 de mayo de 2012

EL ZORRO Y EL SAPO

"La fe engaña a los hombres, pero da brillo a la mirada."
(Rabindranath Tagore- Filósofo y escritor hindú).

A mi mentor y bienhechor, don Diego de la Caparrota, de éste su servidor,  El Candil de la Fuentecica.  El motivo de ésta es para remitirle un cuento que ha sólo unos días aprendí y que asombrome cómo un sapo burló a un engreído zorro. Oilo en las fiestas de San Isidro, en el Llano de los Olleres. Fue el pasado 15 de mayo cuando toda la aldea se engalanó para  homenajear al Santo Patrón. Es imagen nueva la del Santo, adquirida recientemente y todos andan como locos y maravillados viéndolo sostener la reja de arar mientras unos ángeles le van labrando la hacienda. Tal vez los  agricultores de por aquí esperen en sus tierras o en sus vidas un milagro parecido, aunque paréceme  no ser éste tiempo  de milagros, ni éste ni otro, salvo los que cada uno ha de hacer a diario para seguir adelante. Pero si fiesta y Santo  sirven para ahuyentar por unas horas el pesimismo de la precariedad de estos lugares, que sea bienvenida la parranda y siga por siempre  la espera del milagro.
Muy de mañana arréglome mi madre temprano y marchamos a misa. Al finalizar ésta, hubo procesión con infinidad de cohetes  y exaltados VIVAS a San Isidro. Es la fe de las gentes que ponen su esperanza en un porvenir más halagüeño, o de no llegar éste, aceptan con resignación el sacrificio y esclavitud que supone el vivir atado a la miseria de la tierra, por considerarlo voluntad divina. Pero, sea lo que sea, apréciase con claridad la  impotencia del ser humano recurriendo a la fe, manipulada ésta casi siempre por intereses que le hacen creer que todo está determinado por aquello de que “...es lo que Dios quiere”. Es la mejor forma de anular el que se pueda ser tentado por la indignación, la rebeldía o ambicionar lo que no le está asignado por voluntad divina. Discúlpeme, don Diego, si éste mi juicio es contrario a su criterio, pero no me he resistido a manifestárselo.
Mas no es ésta la razón de este escrito, sino el relatarle cómo fue la fiesta, amén del cuento. Regresamos por la tarde a los festejos, cuando ya el ardiente sol había apaciguado su furia, y hubo todo tipo de entretenimiento, desde carreras de sacos para niños, carreras de cintas en burra y en bicicleta,  piñata con ollas entre las que alguna de ellas contenía unas monedas; o una sartén tiznada y aceitosa, de la que había que arrancar con los dientes una moneda pegada en su parte trasera; o el concurso de labranza con mulas que ganaba aquel que diese el surco más recto; pero, sobre todo, la apuesta  entre algunos para ver quien era capaz de tomar  más chocolate en menos tiempo, galguería ansiada por muchos, dada su escasez para economías precarias. Confiésole que pareciome  esto lo más divertido.
Había algunos puestos de dulces y aguardientes, como el de "La Malica", que anda siempre de fiesta en fiesta con su arquilla del turrón. Parábanse algunos, los menos, en los puestos  a regalarse el paladar y los más sólo la vista, pues no da el bolsillo para tan privativo placer.
Nosotros, antes del regreso, acudimos a una pequeña tasca propiedad de una mujer mayor, llamada María Rosa y que sobrevive a costa de ese raquítico negocio. Allí compraron mis padres  unos cacahuetes y unos garbanzos tostados, (que aquí les llamamos torrados), pero lo que más despachaba la vieja  eran pequeños vasitos de vino blanco, a perra gorda el vasito, si iba solo, que a una perrilla más si iba acompañado de unos garbanzos. Había unos hombres bebiendo  que estaban sentados en un cuartucho junto a la entrada. Uno de ellos entretenía  a unos niños boquiabiertos con el “CUENTO DEL SAPO Y EL ZORRO”. Pareme a escucharlo mientras mi madre forcejeaba conmigo intentando que nos marchásemos, pero yo me retranqueé hasta el final de la historia.  A todo esto llegaba el Perigallo seguido del Malagón, vociferando los dos. El Malagón ni se tenía ya  en pie, y no sé qué arrastraba más, si  la borrachera  o su pierna coja, lo que sí  parece  es que ambas le acompañan sin descanso. María Rosa, mientras, seguía a lo suyo, repartiendo sus vasos de vino por doquier, pues los parroquianos se amontonaban.
Nosotros pasamos por la verbena y las gentes bailaban alegremente al son de no sé qué música, pero no nos detuvimos, pues el cansancio se había adueñado de nuestros cuerpos, y sólo deseábamos  regresar a casa. A la mañana siguiente, para no olvidar el cuento, cogí papel, tinta y pluma y copielo  con la idea  de hacérselo llegar para que  lo agregue a  su ya extenso repertorio.
Siempre suyo

El Candil de la Fuentecica

                                    EL ZORRO Y EL SAPO

Había hace ya mucho tiempo un zorro y un sapo  que eran compadres. Ellos se ayudaban en todo  y si tenían alguna fiesta también se invitaban. El zorro se las daba de listo y pensaba que su amigo era tan tonto que lo podía engañar siempre que quisiera, y decía además que él había estudiado en no sé qué facultad y que el sapo ni a la escuela había ido. El sapo, por su parte, era más humilde y nunca presumía de nada, estando siempre dispuesto a hacer lo que el zorro quisiera, ayudándole en sus cacerías, pues le avisaba con su croar cuando algún animalejo se acercaba por allí.
Aquel año había sido un año malo y los dos andaban en los huesos por falta de alimento. Nada había llovido desde hacía mucho tiempo, el invierno había sido duro haciendo desaparecer todo lo vivo que había por los alrededores y ni charcos para que se remojara el sapo  había, ni  conejos, ni  liebres, ni perdices ni totovías  u otros animalillos para el zorro. Además, el zorro no podía acercarse a las casas a por gallinas, pues el sapo le había dicho que lo tenían sentenciado en los cortijos y si le echaban el guante sería zorro muerto y que lo pasearían de casa en casa con una soga al cuello y otra al rabo, como se suele hacer para escarmiento de zorros. 
Pero la hambruna se hacía cada día más duradera y ninguno de los dos dejaba de reinar pensando  en la forma de hacerse con comida. Así pasaban semanas y meses y ya sólo les quedaba el pellejo, cuando el zorro, sin fuerza casi, le dijo al sapo:
-Compadre, la cosa se pone cada día más negra. Va a ser menester que hagamos nuestra propia sementera si no queremos morir de hambre. ¿Qué te parece si sembramos trigo en ese cerro de ahí? Cerca  hay una era y entre los dos  acarrearíamos los haces y los trillaríamos, y la cosecha la repartimos a medias.
-De acuerdo, compadre zorro. Vale, como usted mande.
-Como a tí no te ve ni te persigue la gente, acércate a ese cortijo y trae un poco de trigo del que les echan  a las gallinas,- propuso el zorro al sapo.
Y así hicieron. Al día siguiente el sapo se acercó al cortijo y cogió  un poco de trigo que encontró en el tiesto de las gallinas y, como pudo, lo llevó arrastrando hasta donde estaba el zorro. Entonnces se fueron al cerro y lo sembraron acá y allá, donde se le ocurría al zorro, que fue el que hizo todo el trabajo. 
Aquel año fue un año mejor y llovió algo, aunque las cosechas tampoco fueron abundantes. Cuando ya el trigo amarilleaba en el cerro  dijo el zorro al sapo:
-Compadre sapo, hay que segar.
-¡Vale, compadre!-, contestó el sapo,- cuando usted quiera empezamos.
A la mañana siguiente, muy temprano, antes de que esclareciera, el zorro llamó al sapo y los dos se fueron al cerro. El zorro arrancaba trigo dando saltos de un lado para otro y lo mismo lo hacía con la boca que con las patas o con la cola. El sapo, más lento que una tortuga, no arrancó más de dos o tres matas de trigo, que ni espiga tenían.
Viendo el zorro lo mucho que él había segado y lo poco que su compadre había hecho, se decía para sus adentros:
-No es justo que repartamos a medias, pues yo he segado todo y mi compadre no ha hecho nada. Así que,...¿por qué le voy a dar la mitad?
Cavilando estuvo un buen rato para hallar la forma de quedarse con la cosecha, hasta que le dijo al sapo:
-Compadre, ¿no ve usted que es poco trigo y  si lo repartimos a medias vamos a tocar a casi nada?
-Lleva usted razón, -contestó el sapo- haremos como usted mande.
-Vale, pues lo llevamos a la era, lo trillamos y ya veremos cuanto trigo hay-, repuso el zorro.
Y eso hicieron, lo acarrearon a la era y empezaron a trillar. El zorro daba saltos y corría como un loco intentando separar la paja del grano. El sapo, por su parte, apenas podía subir a la parva, liándose como un ovillo entre la mies y quedando enterrado entre la paja. Así estuvieron tres días, hasta que por fin el zorro dijo:
-Compadre sapo, ya está la trilla hecha. Ahora tenemos que aventar. Tú ponte en ese extremo  y prepara la horca, el "jarpil", la pala y el rastrillo mientras yo voy haciendo el cordón. 
Una vez que lo prepararon todo fue el zorro, como siempre, el que hizo el trabajo, mientras el sapo descansaba en la orilla viendo cómo el zorro aventaba, hacía el cordón, paleaba o quitaba granzas del montón, sudando como un condenado. Una vez que terminó, dijo el zorro:
-Compadre, ya ves que el montón de trigo no es muy grande, ¿por qué no hacemos una apuesta y el que la gane se queda con todo el trigo?
-Como usted quiera, mi compadre, ¿qué voy a decir yo?
-Pues he pensado que mañana nos vayamos a ese  cerro de enfrente y salgamos corriendo y el que primero llegue a lo alto del montón de trigo se quede con todo, ¿qué le parece?- propuso el zorro.
-Sí que me parece bien-, contestó el sapo.
Aquella noche, el zorro durmió a pata suelta y feliz porque pensaba que todo el trigo iba a ser suyo. Sin embargo, el sapo no dejó de pensar en cómo engañar al zorro.  Estuvo  toda la noche dándole vueltas y más vueltas a la cabeza a ver qué idea se le ocurría. Por fin decidió buscar a varios sapos, iguales, iguales a él que se colocaran a lo largo de camino y de esa manera confundirlo. Y así hicieron antes del amanecer.
A la mañana siguiente muy temprano, el zorro fue a por el sapo y se fueron al cerro. El zorro quería mostrarse generoso con el el sapo, pues pensaba que podía tomar a mal el que no le diese alguna ventaja por ser más pequeño y correr menos, y le dijo:
-Compadre, usted se pone a doscientos metros por delante, que yo corro más y no está bien que le saque ventaja.
-No, compadre, nada de eso. Si el trigo ha de ser para usted que sea, pero yo me voy a poner a su lado, salimos corriendo y que sea lo que Dios quiera.
Cuando ya estaban preparados, dije el zorro:
-¡A la de una! ¡A la de dos! ...y...¡a la de tres!
El zorro salió que se las pelaba, pero cuando ya llevaba unos cien metros se dijo a si mismo:
-¿Y para qué voy  a aligerar tanto si mi compadre ni en  tres días llega?
Con lo que no contaba era con que el sapo había acordado colocar a otros sapos iguales a él a lo largo del camino, pero que él no distinguió. Así, cuando vio el primero,  ya a mitad de la cuesta, se extrañó de que le sacara ventaja, pero en tono burlesco, le dijo:
-¡Vamos, compadre sapo, vamos que no llegamos!
-¡Ale, ale, que arribica vamos!-, contestó el sapo.
Pero al zorro le extrañó la rapidez del sapo y empezó a mosquearse, pues no entendía como podía ir ya por allí. Así que apresuró el paso, pero su mayor asombro fue cuando al llegar al borde de la era vio que el sapo ya estaba allí. El zorro ya no dijo nada, sino que aligeró más aún y de dos zancadas subió al montón de trigo y, encontrando allí al sapo, exclamó:
-¡Vaya, si no lo veo no lo creo, compadre! Sin trigo me quedo, pues ha llegado primero. Yo más apuestas no hago con quien con su andar me tenía engañado.
De esa manera el sapo se llevó el trigo y el zorro que lo había cavado, sembrado, segado y trillado sé quedó sin nada, por tonto y por soberbio.
Así acabó este cuento y colorín colorete que por la chimenea cae un cohete.

GLOSARIO:

Reja de arado: es la parte fina, de hierro que se clava en la tierra y va abrindo el surco.
Ahuyentar: espantar, hacer huir. hacer que una persona o un animal huyan.
Parranda: jolgorio, fiesta. Grupo de personas que se divierten.
Precariedad: carencia o falta de medios o recursos necesarios para algo.
Designio: intención o plan para realizar una cosa.Creencia de que Dios lo decide todo.
Arquilla del turrón: los llamados turroneros eran gentes que iban de fiesta en fiesta con unas arquillas de madera cargadas en burra. En ellas transportaban los dulces y turrones que vendían en los festejos populares. Es frecuente el dicho "Estás como la aruilla del turrón" cuando se aplica a lguien que está siempre de un lado para otro.
"...amén del cuento": su significado equivale a "....además del cuento", "....aparte del cuento."
Tasca: pequeña taberna en la que se vende bebida alcohólica ya a veces también comida.
Perra gorda y perrilla: "perra gorda", popularmente se conocía así en España a una moneda de diez céntimos, décima parte de la peseta. "Perrilla", moneda de tamaño más pequeño que la "perra gorda" y equivalente a la mitad de ésta, o sea, cinco céntimos..
Ser compadres: en el habla coloquial equivale a llevarse bien
Andar en los huesos: estar tan delgado que sólo se aprecia el pellejo sobre los huesos.
Totovía: cogujada. Ave del orden paseriforme (Lullula arbórea) parecida a  la alondra pero de menor tamaño. 
Echar el guante: coger o atrapar a una persona, animal o cosa.
Era de trillar: espacio circular que había junto a las casas de campo para hacer la trilla del trigo, cebada o centeno y separar así paja y grano.
Dejar de reinar en algo: dejar de pensar en algo, de darle vueltas y más vueltas en el pensamiento.
Tiesto de las gallinas: vasija en la que se echaba grano o agua a las gallinas.
Ser menester: ser algo necesario o imprescindible. Mucha gente lo apocopaba y decía "es mester".
Decir para sus adentros: cuando algo se lleva sólo en el pensamiento y no se da aconocer sino que sólo lo dice uno para sí mismo.
Parva: mies (trigo, cebada, centeno) que se extiende en la era y está preparada para trillarse.
Aventar la parva: lanzar con la horca de trilla o con la pala paja y grano que, al caer, el viento las separa por razón del diferente peso.
Horca de trilla: objeto largo de madera, con varias puntas en un extremo, con forma de tenedor, que se usaba para aventar una vez trillada la parva.
Jarpil: vasija ancha y larga, con forma rectangular, hecha con cuerdas de esparto que sirve para transportar paja.
Mosquearse: sentirse molesto o preocupado porque algo no ocurre como deseamos o queremos. Enfadarse, cabrearse. 

                 
       Izquierda: Procesión S. Isidro   Centro: tasca    Derecha: puesto de turrón

             
      Izquierda: era de trillar    Centro: aperos de trilla        Derecha:  jarpil

                        
                  Izquierda: corrida de cintas            Centro: el zorro y el sapo
                               Derecha: el sapo gana la apuesta

martes, 8 de mayo de 2012

EL HIJO DEL PENAL

"El corazón de la madre es el único capital del sentimiento que nunca quiebra, y con el cual se puede contar siempre y en todo tiempo con toda seguridad." (Montegazza)

 
Mi señor don Diego de la Caparrota, ruégole encarecidamente me disculpe al no haber dado aún respuesta a su última misiva en la que solicitábame le refiriese cuál sea el quehacer diario que por ahora nos ocupa, así como que le hiciese llegar alguna más de las múltiples historias, cuentos o romances que por aquí se cuentan. Respecto a esto último, direle que no son muchas las que últimamente llegan a mi, aunque ando siempre en el intento. Para su satisfacción enviole acompañando a ésta un romancillo que tuve la mucha suerte de adquirir a un ciego que lo cantaba en el mercado de Albox ha sólo dos martes. Y digole suerte porque fue el último papel que le quedara ya que se  los quitaban de las manos y que por sólo un real lo pude conseguir. Es en los mercados donde circulan muchas de estas historias, donde las noticias corren, se manipulan o tergiversan, según intención o interés haya,... ¡venga usted a ver! Me fascina ir y, siempre que mi madre lo aprueba, no desaprovecho, por servirme sobre todo para ver el rostro de esa otra parte de la vida tan apasionante que se enciende al albor de cada martes y que se va apagando conforme la tarde cae. Considero el martes como el día más festivo de cuantos para mí se han creado. 
Por lo demás, direle que como andamos por mayo, aparte de la rutina,  la vida parece algo cambiada, pues se respira una vitalidad y un ánimo muy propios de tan alegre y resplandeciente mes. El pasado invierno mostrose tacaño en agua y se hace notar en el campo, pues la Naturaleza lo manifiesta, estando más desmejorada que  otros años, pero, así y todo, el renacer de la misma refléjase por doquier.
Direle que este servidor suyo pronto dará fin a  la escuela para poner rumbo a otras instrucciones más avanzadas y complicadas. Por un lado me asusta y pareceme una aventura difícil, pues nunca salí del lado de mi madre ni de este terruño en el que nos movemos, sin haber visto otro horizonte que aquel al que la vista alcanza, sin otro planteamiento que el de  arañar cada día la tierra para sobrevivir o ir detrás de los cuatro animales que ayudan a esa supervivencia, y eso cuando todo no se pone en contra. Bien sabe su merced cuán difícil es salir adelante. A veces me pregunto de donde extrae mi madre el arrojo y la valentía para acometer esta aventura en la que yo me convertiré en protagonista. Y por otro lado ando ansioso porque llegue el momento y con el deseo de despedirme de la maestra y de los compañeros, pues allí creo que mayor es mi retroceso que mi avance.
Ahora poco más podría añadir sobre lo que ofrece el día a día, solo decirle que, como cada año, en llegando mayo se levanta en la escuela un gran altar abarrotado de flores, pues es el mes al que la maestra y la gente llaman mes de las FLORES. El tal altar se alza en un lateral de la clase, adornándolo y engalanándolo bellamente, presidido por una imagen de la Virgen. Al llegar  la noche reúnese allí el vecindario de estas cortijadas y con cánticos varios, como "El venid y vamos todos..." y rezos se agasaja a la Virgen. Por lo que se observa, también sirve para el correspondiente comadreo, y  a mozos y mozas para los oportunos cortejos y galanteos, y a los niños para echar aunque sólo sea un juego al escondite, siempre, claro está, que el rezo llega  a su fin.
Poco más puedo contar a vuesa merced, sólo que pronto habremos de ir preparándonos para la siega y para la siempre socorrida tápena, que... ¡cuántas necesidades remedia! De todo lo que acontezca, tendrele  informado más que de sobrado. Ahora aprovecho para hacerle llegar este bello romance de "EL HIJO DEL PENAL" que espero sea muy de su agrado.
Por siempre a su servicio

El Candil de la Fuentecica

                 EL HIJO DEL PENAL

                 En la provincia de Murcia
                 este caso sucedió,
                 con una honrada joven
                 en defensa de su honor.

                 Un mocito de aquel pueblo
                 de amores la pretendió,
                 y al ver que se hallaba en cinta
                 el traidor la abandonó.

                 Y para mayor desprecio
                  al momento se casó,
                  con otra chica del pueblo
                  llamada Resurrección.

                  Pero Isabel al saberlo
                  juró de vengar su amor,
                  y al poco de estar casado
                  le dio muerte a traición.

                  La cogieron prisionera
                  y ante el juez declaró,
                  que ella sólo lo matara
                  para vengar su honor.

                  La metieron en la cárcel
                  y al poco tiempo dio a luz,
                  una criatura hermosa
                  que a todo el mundo asombró.

                  De los brazos de su madre
                  el niño arrebataron
                  lo llevaron a la inclusa
                  y pronto lo bautizaron.

                 Como nació en la cárcel
                 en oscura soledad,
                 Joaquín le han puesto de nombre
                 y de apellido Penal.

                 Lloraba la pobre madre
                 llena de pena y dolor,
                 por aquel hijo querido
                 fruto de su corazón.

                 Llegó el día del juicio
                 y acudió ante el fiscal,
                 para escuchar la sentencia
                 la infeliz criminal.

                 Le piden pena de muerte
                 pero por intercesión,
                 de algunos magistrados
                 le concedieron perdón.

                 A treinta años de presidio
                 redujeron la sentencia,
                 y a la infeliz Isabel
                 la destinaron a Ceuta.

                 Al levantarse la Sala
                 llorando pide al fiscal,
                 que le enseñaran a su hijo
                 que lo quería besar.

                 Para complacer sus deseos
                 al niño fueron a buscar,
                 mientras que la pobre madre
                 no cesaba de llorar.

                Cogió al niño entre sus brazos
                y lo besó con cariño
                y llorando amargamente
                estas palabras le dijo:

                "Hijo de mi corazón
                que cruel es nuestro sino,
                tú morirás en la inclusa
                y yo moriré en el presidio.

                En esta perdida vida
                no nos veremos jamás,
                pero en el cielo algún día
                tu madre te abrazará."

                Isabel pasó a presidio
                para pagar su condena,
                y con lágrimas de sangre
                regaba su triste celda.

                Años tras años pasaron
                llenos de dolor y pena,
                sin tener nunca un consuelo
                para el tormento y la pena.

                 Al cumplir setenta y tres años
                 llegó un día de placer,
                 que recobró la libertad
                 la pobrecita Isabel.

                 Sin tener nadie de amparo
                 para su pueblo marchó,
                 y como a nadie tenía
                 a pedir se dedicó.

                 Entre los buenos cristianos
                 una limosna por Dios,
                 hallando en todos amparo,
                 caridad y protección.

                 Había un señor en el pueblo
                 que con frecuencia le daba
                 limosna todos los días
                 de una manera cristiana.

                 Quién será ese buen señor
                 decía la pobre anciana,
                 que tanto favor me hace
                 sin conocer mi desgracia.

                  Un día se puso a leer
                  un letrero de la casa
                  que dice: "Joaquín Penal,
                  notario de la comarca."

                   Al leer Joaquín Penal
                   quedó confusa y aterrada:
                   ¿acaso será este mi hijo?
                   decía la pobre anciana.

                   Y llorando amargamente
                   le preguntó a la criada:
                   dígame, buena mujer,
                   el señor, ¿cómo se llama?

                   Joaquín Penal, contestó
                   enseguida la citada,
                   porque nació en la cárcel,
                   según la gente declara.

                   Al oír esto, la pobre
                   sin acuerdo se quedó;
                   "Ese es mi hijo, señora,"
                    llorando le contestó.

                    Estando en estas palabras
                    don Joaquín se presentó,
                    y al saber que era su madre
                    al suelo se desmayó.

                    Llenos de gozo y alegría
                    hijo y madre se abrazaron,
                    después de tan larga ausencia
                    por fin los dos se encontraron.

                    ¡Madre de mi corazón!,
                    cuánto sufriste por mí;
                    no llores, madre querida,
                    que ahora serás feliz.

                    Tú vivirás a mi lado,
                    madre de mi corazón,
                    después de tan largos años
                    de martirio y de dolor.

                    Un banquete celebraron
                    en la casa de su hijo,
                    donde viven felizmente
                    llenos de amor y cariño.

                                                  AUTOR:  anónimo

NOTA: se ha respetado el texto original tal y como aparecía escrito.

GLOSARIO:

Quitar de las manos: arrebatarle a uno algo de las manos por algún interés o motivo.
Por doquier: por todas partes, por todo lugar o sitio.
Terruño: comarca o tierra, especialmente el país natal. Trozo de tierra o lugar en el que nos movemos.
Mes de las Flores: era tradicional  levantar un altar en el salón de la escuela durante todo el mes de mayo y hacer las tradicionales "FLORES". A una determinada hora de la tarde-noche se reunía el vecindario, se rezaba el rosario y se hacían cánticos en honor  a la Virgen. Esa costumbre se perdió hace muchos años.
Tápena:  El origen del término alcaparra proviene del griego caparis y del árabe alkabara, apareciendo referencias en textos antiguos sobre las propiedades curativas y gastronómicas de la planta. Aquí se denomina comúnmente "tapanera." En los tallos de la mata, que se extienden por el suelo, van creciendo pequeños capullos y antes de que florezcan se  cogen, teniendo mayor valor cuando aún son más menudos. Las gentes le llaman "coger pelotas". La cosecha suele durar unos dos meses, empezando en mayo. Su valor supuso tradicionalmente una ayuda económica muy importante para las familias del campo.
Inclusa:  también conocido como el hospicio, es una institución en la que se recogía y criaba a niños huérfanos o abandonados.

                        
       Izquierda: escuela Centro: "flores de mayo" Derecha: torno de inclusa

                        Flor del alcaparro   
       Izquierda: mujer en prisión            Derecha: mata de tápena con flor