domingo, 23 de octubre de 2011

ANDRÉS, “EL CAGALARGO”

Dedicado a los que lo conocieron  y a los que no.

Corría el año 1987. Fue un día cualquiera, tal vez de marzo o abril y cayó, cayó rendido para siempre, sin separarse de su carro, de sus sombreros, de sus “apechusques”, de todos aquellos enseres que habían conformado sus sencillas posesiones. Posesiones que iban con él allí adonde él fuera. Un día, sin más, lo recogieron muriéndose. Fue por Locaiba. Hoy ya está difuso o ni aparece en el recuerdo de los que lo conocimos. Y vaya que fue conocido de muchos por todos estos contornos. Sólo los más jóvenes se perdieron este peculiar personaje. No fue famoso por lo que hizo o dejara de hacer. Él fue famoso porque sí. Anduvo caminos mientras pudo. Durmió bajo las estrellas mientras pudo o al cobijo de alguna cueva, de algún antro, de algún chiquero o corralizo abandonado, si es que el tiempo se ponía feo. Pero jamás quiso que se supiera dónde. Así era él: ambulante, trotamundos, sin familia, solitario, abandonado de todos porque así lo deseaba, enfadado muchas veces, tremebundo en sus enfados, sucio y mal afeitado siempre. Decían de él que rehuía el agua más que los gatos. Era caprichoso con la comida. Abominaba de ésta cuando en la casa había niños. Fue infatigable en los caminos, solitario siempre. Digamos que estoy hablando de Andrés. Andrés Reche, (nombre y apellidos reales), o Andresico “El  débil”, como le llamaban las gentes del pueblo, o Andrés “El “Cagalargo”, como le llamábamos en el campo, ya que éste era el apodo familiar.

Al caer agotado por Locaiba se lo llevaron a Almería y allí transcurrieron sus últimos días, sus últimas horas. Seguro que si mantuvo el conocimiento, -qué conocimiento cabría preguntarse-, estaría echando de menos sus escobas, sus jaulas, sus guitarras, sus manoplas, su carro, y todo aquello que le permitió soñar tantos días y tantas noches, sin importarle el sol abrasador o el cálido simplemente, o  el frío intenso con  noches de ventisca, o  enfurecidas tormentas, y todo por seguir siempre libre, siempre solo, siempre errante, siempre bajo  el resplandor de las estrellas, bajo la luz de la luna o en la oscuridad más absoluta.

De él escribí una breve reseña al poco de su muerte. Ahora quiero reproducirla aquí.
Hubo también otros personajes, también llamativos, pero ninguno tanto, tan universal, tan pegado a las gentes como él, y a la vez…tan huidizo.

La transcripción es fiel al texto  que apareció en la sección  “ESTAMPAS DE NUESTRO PUEBLO” ,  en el Programa de feria de Albox de 1987




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