"No te tomes la vida en serio, al fin y al cabo no saldrás vivo de ella."
Del Candil de la Fuentecita a su señor, don Diego de la Caparrota. Compláceme, don Diego, enviarle esta misiva para hacerle conocedor de alguno de los hechos más significativos que en este último tiempo han acaecido a este su humilde servidor, en especial de cómo fue el magistral comienzo en inglés y de cómo surgió este cuento.
Sabrá vuesa merced que ha más de dos meses me reencontré nuevamente con compañeros y amigos además de los nuevos maestros que han de ser azote y suplicio hasta bien entrado junio.
Créame, don Diego, esto es un volverse loco con tanta historia, tanto número, tanta música, tanta ciencia y, sobre todo, con tanta lengua, pues no hemos dejado el latín cuando ya andamos con el griego, o no hemos soltado éste cuando nos aguarda el francés. Y cuando ya mezclo todo y nada en condiciones hablo, pues ocúrreme igual que a la famosa cotorra de la fábula que todo lo mezclaba, aún queda al acecho el inglés. Y en llegando a esta clase sí que es otro cantar, mi señor, pues desde el primer día que mister Viñas llegara, prodújonos sensación tan extraña que aún perdura el trastorno. Es él un señor bajito y menudo, enjuto, de edad avanzada, con hábito raído, ocupado en su mayor parte por lamparones de aceite que más pareciera ser manipulador de alcuzas o sartenes que clérigo. Pero no es ello lo peor, sino que en llegándo el primer día y saludado que hubo al más puro estilo británico, de seguido fuese a la lección uno y allí, bajo el primer dibujillo, reza lo siguiente “the picture”. El señor Viñas pronunció de forma magistral y exquisita dicho término, pues su inglés es impoluto. Mas allí estuvo su perdición y la nuestra, pues la carcajada fue tan sonora que, paréceme a mi, debieron retumbar hasta los muros de la Alhambra. En adelante no hubo forma de contener la risa y, por más esfuerzos que hiciéramos para ello, del interior surgía ésta cada vez con más y más intensidad, sintiéndonos todos atrapados por tan maléfico contagio. Mister Viñas mándonos poner de pie rodeando su tarima, pero la guasa fue “in crescendo” hasta que su enfado llegó a tal punto que ordenónos poner de rodillas. No pareciónos humillante tal situación, sino más bien justa y merecida. Pero no por ello disminuyó la chanza ya que por doquier explotaban golpes de risa y, aunque se intentaban contener, peor era el remedio que la enfermedad. Y cuando ya parecía haberse instaurado la seriedad, algún nuevo estallido, imposible de dominar y reprimir, se encargaba de conducirnos al recuerdo causante de aquel desatino. Mas no todo acabó allí y, le juro, mi señor, que por más que lo deseábamos, no hubo forma de poner coto a la bulla, así que vímosnos al instante en la calle, por expulsión general. Ni siquiera aquello valionos de escarmiento, siguiendo la broma hasta la hora de sexta, y creo que hasta la de completas. Y aún hoy, cuando es llegada la hora de inglés, es la chufla la que se implanta. No tenemos arreglo, mi señor, y es que somos jóvenes y, por si fuese poco, también estudiantes. Pero, bueno, volviendo al día de marras, le diré que fue entonces cuando, ya en la calle, mi amigo, el Sabio, no tuvo otra ocurrencia que la de contarnos el cuentecillo del ratón y la zorra, mientras se iba haciendo la calma y apaciguando el desenfreno. Al disfrute de aquellas primeras palabras en lenguaje tan enrevesado unímosle el del cuento que, a fe mía, ha de hacerle las delicias también a vuesa merced, si es que ya no anda cansado de tanto como le voy mezclando con estos mis interminables comentarios.
Siempre suyo
El Candil de la Fuentecita
EL CUENTO DEL RATÓN Y LA ZORRA
Érase una vez una zorra que, en su agonía por comer y comer, se había tragado un ratoncillo tal cual, sin masticar ni nada. La verdad es que no había mucho que llevar a la boca y si algo llegaba, era tal el ansia, que más que comer, absorbía con frenesí. Y así fue como el ratón fue a parar vivo al estómago de la raposa. Esta, ante el alboroto que le formó el ratoncillo en el interior de la barriga, andaba muy preocupada, sin saber qué hacer para echar al pobre bicho de su interior.
Comenzó la zorra dando enormes saltos para ver si de esa forma el ratón se mareaba o moría en su panza. Pero, …¡que si quieres! La cosa fue a más pues también el ratón estaba cada vez más nervioso y asustado y no paraba de saltar y morderle en la tripa. Llegó la tarde y la situación empeoraba ya que el ratón parecía tener tanta prisa por escapar como la raposa porque lo hiciera, así que fueron cundiendo los mordiscos y el estrépito. Antes de que la noche se echara encima, la zorra, ya desesperada, decía:
-¡Ratoncillo, ratoncito, sal de mi barriga, si nada malo te haré!
-No, no, que me comerás de nuevo- respondía el ratón.
-Si no te como, ratón. Ratoncillo, sal, que te no te haré nada- suplicaba una y otra vez la raposa.
-Que sí, que me comerás- insistía el ratón.
Pasaba el tiempo y las molestias, los mordiscos y las cosquillas que el ratón formaba en las tripas de la zorra no la dejaban ya vivir.
En este tira y afloja estuvieron más de medio día hasta que el ratón, en vista de que todo podría ir a peor, dijo a la vulpeja:
-Bueno, vale, saldré si acercas tu culo a un árbol alto, alto, muy alto. Si cuando esté saliendo veo que es el más alto de todos, me iré y te dejaré en paz. Pero si no es así, volveré a entrar y te destrozaré la tripa.
Al oír esto, la zorra que ya no aguantaba más, fue corriendo hacia el árbol más alto y en cuanto acercó su culo, el ratón dio un salto y huyó tronco arriba como alma que lleva el diablo.
La raposa consideraba que el ratón se había burlado de ella y no sabía cómo hacer para cogerlo de nuevo y, eso sí, esta vez triturándolo bien antes de tragarlo. Estaba tan furiosa que hacía lo que fuese necesario por tal de pillarlo. Así que, pensando y pensando, vino a caer en la cuenta de llamar a todas sus comadres de la comarca antes de que la noche se echase encima y escapase el ratoncillo, pues eso para ella supondría una deshonra y una humillación. Empezó a dar chillidos y acudieron de todas partes cientos y cientos de vulpejas. Ella les contó la afrenta del ratón y cómo estaba dispuesta a hacer lo que hubiese que hacer por tal de volver a atraparlo. Pensaron y pensaron y vinieron a dar en la cuenta de que la única manera era haciendo una torre hasta llegar a él. Y sin más, empezaron a saltar una encima de la otra. Eso sí, ella tuvo que ponerse la primera y las demás, por sorteo, fueron saltando y poniéndose unas encima de otras.
Cuando el ratoncillo vio que no tenía escapatoria si antes no se le ocurría algo, empezó a sudar y a ponerse más nervioso de lo que había estado en la barriga de la zorra. Tan intranquilo estaba que ni una sola idea le venía a la cabeza, pues sabía que si ahora lo atrapaban su vida acabaría para siempre. Ya estaban a dos palmos de él cuando no se le ocurrió otra cosa que gritar con fuerza:
-¡Carajo, carajo, que si me bajo me meto en el culo del de “la punta bajo”!. ¡Carajo, carajo, si me bajo me meto por el culo del de “la punta bajo”!
Al oír aquello, la zorra que estaba abajo del todo y que era la que lo había tenido en la barriga, escarmentada por lo mucho que ya había pasado, dio un gran salto y salió que se las pelaba, dejando atrás a las demás comadres que fueron cayendo en pelotón y quedando todas malheridas y burladas por el pícaro ratón que salvó el pellejo y se rió cuanto quiso de las raposas.
Y colorín colorado que el cuento se ha acabado y colorín colorete que por la chimenea cae un cohete.
GLOSARIO:
GLOSARIO:
Azote: castigo, disciplina
Suplicio: tortura, tormento, sufrimiento.
Acecho: aguardar, esperar.
Ser otro cantar: expresión muy corriente que significa “tratarse de un asunto distinto”.
Enjuto: seco, delgado como un fideo.
Impoluto: limpio, pur, intachable.
Carcajada: risa extravagante, impetuosa y fuerte que se produce inesperadamente.
Tarima: plataforma de madera, de unos 30 centímetros de altura en la que estaba la mesa del profesor, desde donde impartía la clase.
Alhambra: bello palacio musulmán de la época nazarí en Granada.
“In crescendo”: expresión latina que significa “en aumento”.
Chanza: risa, burla, cachondeo.
Horas sexta y de completas: son horas en las que los clérigos debían realizar rezos salmódicos. La sexta era sobre la una de la tarde y las completas era antes de ir al descanso de la noche.
Chufla: guasa, broma.
Bulla: alboroto, bullicio, jaleo.
Día de marras: fecha muy conocida que hace referencia a un hecho del que se habla.
Desenfreno: inmoderación, desorden
Agonía por comer: expresión muy usual en la comarca y que significa “ansia, deseo desmedido por comer y no dejar nada a los demás.”
Frenesí: arrebato, desenfreno, delirio.
Frenesí: arrebato, desenfreno, delirio.
Raposa = zorra = vulpeja: Animal muy astuto de costumbres nocturnas. Pertenece a la familia de los cánidos.
Barriga: panza, tripa, vientre.
Alboroto: revuelta, revolución, jaleo.
Comadre: vecina, amiga, alcahueta.
Salir que se las pela: escapar tan rápido que no da tiempo a nada. Dejarlo todo y salir huyendo.
Salvar el pellejo: expresión popular que significa “salvar la vida”. (Pellejo = piel).
La punta bajo: expresión apacopada de "la punta de abajo". Es muy popular. Indica el extremo inferior de una escala, bien sea de lugar o bien de categoría jerárquica.
La punta bajo: expresión apacopada de "la punta de abajo". Es muy popular. Indica el extremo inferior de una escala, bien sea de lugar o bien de categoría jerárquica.
Arriba izquierda: clérigo.
Arriba centro: zorra, raposa o vulpeja.
Arriba derecha: ratón
Abajo: Alhambra de Granada
No hay comentarios:
Publicar un comentario