jueves, 10 de noviembre de 2011

PERIQUITICO Y PERIQUITICA



TRÁTASE DE DOS HERMANICOS:
PERIQUITICO Y PERIQUITICA


Mi señor don Diego de la Caparrota, hoy han regresado a mi memoria, sin saber el cómo ni el porqué, ciertos recuerdos de mi infancia, que debían andar algo escondidos en una especie de desván o escondrijo de la mente. Entre ellos ha aparecido un pequeño cuento que relataba mi abuela y que yo deseo referir a su merced por si fuese de su interés y desease documentarlo a la hora de sus relatos sobre leyendas, cuentos y decires. Andábame yo entonces por muy corta edad y debiera ser algo impertinente en esto de que me relataran historias, cuentecillos y fábulas. Y como fuere que pasaba la mayor parte del tiempo con una de mis abuelas, ésta, cuando podía, contábame relatos que eran muy de mi agrado. Cuando el tiempo no se lo permitía, me mandaba a jugar a la brisca o a la ronda (que su merced bien conoce) y, como no había con quién, decíame que jugara con mi Caparrota. Pienso que este personaje debiera ser familia de su merced, pues llevan el mismo sobrenombre. Debo manifestarle que la tal Caparrota jamás se hizo visible, pero sí que yo la imaginaba allí, junto a mí, llegando a sentir gran aprecio por la misma. A fe mía que era la forma con la que mi abuela librábase de mí un tiempo, mientras daba cuenta de sus muchas faenas caseras. De este modo yo, resignado, pasaba horas y horas jugando sin molestarla. Pero cuando el tiempo se lo permitía sí que relatábame cuentos de tanta ternura y emoción que le hacía repetirlos veces y veces, dando lugar más a su agotamiento que a mi cansancio. Uno de ellos producía en mí especial emoción y es por ello que paso a referírselo, con el deseo de que sea tan de su gusto como llegó a serlo del mío.
Queda a la espera de su respuesta,

El candil de la Fuentecica



                     EL PERIQUITICO Y LA PERIQUITICA

Había una vez un matrimonio muy pobre, muy pobre, que vivía en el campo, en un humilde casilla. El matrimonio tenía dos hijos, Periquitico y Periquitica. Los dos niños eran muy buenos y obedientes. Siempre hacían lo que sus padres les mandaban y también iban a veces a una pobre escuela que había en la aldea para aprender las primeras letras y las cuatro reglas, pues su padre estaba empeñado en que fueran personas de provecho, que él no lo había sido.

La madre, mujer de malas entrañas, andaba tramando deshacerse de los niños, pues de esa manera pensaba que vivirían mejor ella y el marido, pues eran años de miseria y malas cosechas y no se veía mejoría. Él, que pasaba la vida en el campo, no se percataba de las intenciones de la mujer, pues además de estar fuera todo el santo día, tampoco andaba muy sobrado de luces.

Decidió un día la mujer llevar a cabo su maligna intención. Estaba el marido arando la tierra, como de costumbre, y uno de los niños tendría que llevarle la comida. Los llamó la madre y mandó a Periquitico a por leña al cerro y a Periquitica a por un cántaro de agua a la fuente, mientras ella empezaba a hacer los preparativos para un “guisao” para el padre. Periquitico cogió la soga de la leña, yéndose al cerro y Periquitica el cantarillo y se marchó a la fuente. Periquitico volvió primero y, como venía muy, muy cansado, al llegar le dijo a la madre:

-Madre, estoy cansado, tengo sueño.

-Acuéstate en la cama, hijo.

-No, que me caeré-, contestó el niño.

-Siéntate en la silla y duerme-, dijo la madre.

-No que me caeré de lado.

-Apóyate en la escalera y duerme.

-No que me rularé-, contestó Periquitico

-Pues entonces, acuéstate en la artesa y tápate con la sobremesa.

Y eso fue lo que hizo el niño, acostarse en la artesa y taparse con la sobremesa.

La mujer, que ya había preparado los avíos de la comida, puso una olla de agua a hervir y cuando ya el niño estaba dormido, se la echó por encima y lo abrasó, dejándolo muerto en el acto. Periquitica volvió después ya que había tenido que lavar una ropilla en la fuente. Cuando llegó, la madre ya había preparado el guiso con el cuerpo del niño y lo había echado en un gran puchero para que Periquitica lo llevara. Ella preguntó por su hermano, pero la madre le dijo que estaba durmiendo, que él no podía ir, que cogiera la comida y la llevara al padre, pero que no la destapara en todo el camino, porque podían caer moscas.

Cuando ya había andado más de media legua, Periquitica tropezó y la tapa del puchero se abrió. Fue entonces cuando vio la manecilla de su hermano en el guiso. Ella se echó a llorar, muy desconsolada. Más adelante se encontró con una vieja que, al verla llorar de aquella forma, le dijo:

-¿Por qué lloras, niña?

-Porque mi madre ha matado a mi hermano Periquitico y lo ha guisado para que lo coma mi padre.

-No te preocupes. Conforme tu padre vaya tirando los huesecillos, tú recógelos todos y siémbralos debajo de la cantarera.

Y así lo hizo Periquitica. Recogió todos los huesecillos que el padre tiraba y los puso donde le había dicho la mujer. Al cabo de algún tiempo, un día, cuando estaban comiendo salió Periquitico de debajo de la cantarera con un gran ramo de naranjas en la mano.

-Dame una naranja, Periquitico-, dijo la madre

-No, a ti no, que me mataste y me guisaste-, contestó el niño.

-Dame una a mí-, pidió el padre.

-No, a ti tampoco, que me comiste y me tiraste- contestó el chiquillo.

-Dame una, Periquitico-, dijo la hermana

-Periquitica, tómalas todas que me recogiste y me sembraste.

Y para siempre ya Periquitico y Periqutica vivieron felices sin que su madre volviera jamás a hacerles daño. Y "colorín colorao” que el cuento se "h'acabao”.



GLOSARIO:

Juegos de la brisca y de la ronda: son juegos de naipes (baraja española).
No andar sobrado de luces: ser poco o nada inteligente o espabilado.
Cortijo: casa de campo en Andalucía.
Cuatro reglas: ésta era la denominación que se daba coloquialmente a la suma, resta, multiplicación y división.
“Guisao”: en realidad “guisado”. Es comida compuesta de agua, patatas, algún pimiento, tomate, cebolla, aceite y sal. Es comida pobre. A veces puede llevar algo de carne.
Puchero: objeto hecho de arcilla, de forma redonda y que se utilizaba para cocinar.
Artesa: objeto alargado con forma rectangular. Es de madera con amplia hendidura en el centro, espacio en que se amasaba el pan.
Sobremesa: es una especie de mantel que cubría la masa del pan mientras éste fermentaba en la artesa. Se le daba también el nombre de “tendida”.
Cantarera: mueble de madera, con cuatro patas que se utilizaba para colocar los cántaros en los que se tenía el agua para consumo doméstico.
Legua: del celto-latín LEUCA. Medida castellana de longitud de 5 kilómetros, 572 metros y 7 decímetros.






Arriba izquierda: puchero. Arriba centro: tendía o sobremesa.
Derecha: cantarera. Abajo izquierda: artesa.




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